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El Principio del Fin

  —Paul, ?preparado para comenzar la misión?

  La suave voz femenina preguntó una última vez a través del transmisor que el joven llevaba en la oreja. Miró hacia abajo, admirando la distancia que había entre sus pies, colocados sobre la nave, y el frondoso bosque que se apreciaba al fondo.

  —Listo para saltar, cuando des la orden — respondió impaciente.

  —Confirmado. Comienza la misión de rescate número #42.

  Mientras tanto, en algún otro lugar....

  —Kana, no os alejéis mucho.

  —?No te preocupes, mamá!

  Como cualquier otro día, Kana, una chica normal y corriente, salía de casa para jugar acompa?ada de su hermana peque?a, haciendo caso omiso a las comunes advertencias de su madre —?Qué podría pasar!—pensaba cada vez que la escuchaba. Se apresuró hasta la puerta y la abrió de par en par, sintiendo una leve brisa recorrer sus piernas. Corrió acompa?ada de su hermana hasta dejar atrás las últimas viejas casas del pueblo, adentrándose en su lugar favorito, el bosque, del cual conocía cada rincón, cada árbol e incluso cada animal.

  —?Vamos, Alma, no te quedes atrás! — animó a su hermana peque?a.

  —Pero ya estamos suficientemente lejos — balbuceó, intentando recuperar el aliento.

  —Bueno, pues nos quedamos aquí— aceptó Kana a rega?adientes.

  A pesar de su intento por parecer disconforme, en realidad también pensaba que era un buen lugar para quedarse. No estaba demasiado lejos del pueblo, y los árboles tapaban parcialmente el Sol, formando una agradable sensación al combinarse con la brisa que corría aquel día. Y lo más importante, podía visualizar a un grupo de ardillas, uno de sus animales favoritos, en unos árboles para los que no era necesario forzar la vista para poder apreciar. Kana acarició con cari?o la cabeza de la peque?a para llamar su atención.

  —Alma, mira, ahí al fondo— decidió compartir su hallazgo. Su hermana, que estaba concentrada en algún tipo de flor que había encontrado, alzó la vista, hasta encontrar a las ardillas con la mirada.

  CRACKKKKK

  De repente, un estruendo perforó los oídos de las hermanas, asustando a las ardillas, que salieron corriendo despavoridas.

  —?Qué ha sido eso? — la peque?a, asustada, se animó a preguntar primero.

  —Habrá sido algún animal rompiendo una rama— explicó Kana —Espérame aquí, voy a comprobarlo.

  La chica había tratado de dar una explicación plausible, pero no estaba del todo convencida. ?Qué animal podría hacer un sonido así? Que ella supiese, no había osos ni cualquier otro mamífero de un tama?o parecido. No tardó en buscar otras explicaciones mientras se acercaba. ?Sería el viejo Jack, volviendo de caza??Algún tipo de vehículo? Impulsada por la curiosidad, superó los árboles de los que aquellas ardillas habían escapado apresuradamente, y tardó poco en encontrar algo "interesante".

  No era una rama, sino todo el tronco de un árbol, despedazado de su otra mitad aun enraizada al suelo. El corte era limpio, perfecto. Como si algo lo hubiese partido de un solo golpe. Se dio cuenta de que no había ningún tipo de huella, aunque el suelo estaba bastante seco y bastante firme, por lo que difícilmente se habrían formado. Poco después, Alma llegó a la escena del crimen.

  —Te dije que me esperaras— le recriminó.

  —Es que tenía miedo...

  Kana resopló ante la desobediencia de su hermana, pero no le dio más importancia. Comenzó a mirar a sus alrededores, intentado descubrir qué podía haber realizado ese corte así como haber provocado ese estruendo. Miró a su izquierda, y después a su derecha. Cuando estuvo segura que no había nada, se cansó, y volvió a dirigirse a Alma.

  — Aquí no hay nada— lamentó.

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  Justo cuando ya iban a marcharse, el suelo empezó a retumbar. Ambas se volvieron a girar extra?adas. Poco después. pudieron escuchar poderosos pasos en esa dirección.

  —?Oyes eso...? Kana...Tengo miedo... — preguntó muy agitada la peque?a.

  —Sí.— respondió rápidamente Kana —Mejor vámonos...— antes de que pudiese acabar la frase, vieron lo que habían estado buscando. Una enorme figura humanoide de unos dos metros, con rasgos insectoides. Su torso era fino, y se ensanchaba a medida que subía hasta la cabeza, y se sostenía sobre dos gruesas patas, protegidas por lo que parecía algún tipo de exoesqueleto, al igual que sus brazos, de los que se extendían zarpas afiladas como cuchillas . Su cabeza era alargada, efecto pronunciado por su postura encorvada hacia delante.

  En ese momento, Kana podía sentir cada leve sensación que recorría su cuerpo. Sus piernas temblaban, gotas de sudor le recorrían la espalda por debajo de la sudadera y el corazón le iba a mil revoluciones por segundo. Fue cuando pensó en lo que estaría sintiendo su hermana lo que la hizo reaccionar y abandonar la parálisis que el terror había provocado en ella —?CORREEEE!— le gritó Alma, que no tardó mucho en echar a correr junto a ella. El monstruo reaccionó al instante, persiguiéndolas por el bosque.

  Al principio consiguieron mantener la distancia. No era demasiado rápido, pero sí más que ellas, sobre todo que la peque?a, ya que sus piernas cortas no podían mantener el ritmo de una entorpecida Kana. Aun así, su conocimiento del bosque le permitía evadir rápidamente los árboles y obstáculos que se encontraba, guiando a su hermana a la cual sostenía de la mano, tirando de ella. Poco después, se dio cuenta de que la peque?a no iba a aguantar el ritmo mucho más, y tuvo que tomar una decisión en cuestión de segundos.

  —?Sigue, no mires atrás!— Kana le volvió a gritar. Acto seguido, la soltó y se frenó ligeramente, llamando la atención del monstruo. Cuando vio que la seguía a ella, volvió a acelerar. Agarró el tronco de un árbol, y lo usó para pivotar 90 grados, alejando el peligro de su hermana, y convirtiéndose en el foco de atención del monstruo. Aliviada por garantizar la seguridad de Alma, siguió corriendo, escabulléndose entre los árboles. Corrió y corrió, pero no veía fin. La bestia permanecía obcecada en alcanzarla, como si fuese su único propósito de vida.

  Kana notó como sus fuerzas se iban agotando poco a poco. En un momento, giró la cabeza para ver la distancia que la separaba del persecutor, tropezándose fatídicamente con una rama que se elevaba entre dos árboles con la mala suerte de caer de bruces. Intentó levantarse, pero un intenso dolor en el tobillo provocó que dichos intentos fueran en vano. Trató de arrastrarse hasta un árbol, ayudándose para tratar de levantarse por segunda vez, y, aunque tuvo más éxito, volvió a caerse, esta vez de culo, golpeando su espalda contra el tronco del árbol que la había ayudado. Cuando alzó la mirada, vio al monstruo a escasos metros, dando peque?os pasos, saboreando la gloria de haber alcanzado a su presa. Kana tragó saliva, bajó la cabeza y dejó caer los hombros, rendida. El monstruo se acercó en unos segundos que se sintieron como eternidades. Cuando la tuvo a tiro, levantó su brazo derecho y extendió sus garras.

  En un arrebato de valentía, Kana tomó una piedra de suelo y se la arrojó con todas las fuerzas que pudo reunir a la cabeza. Como era de esperar, la piedra simplemente rebotó ante un monstruo que ni se inmutó por el golpeo del proyectil. Kana tragó saliva, esperando la ejecución del insectoide.

  Estaba a punto de cerrar los ojos y perder la esperanza cuando...

  De un momento a otro, empezó a sentir un intenso calor sobre las mejillas. Alzó la vista otra vez, y, como si de un milagro se tratara, vio como la bestia que hace escasos segundos amenazaba con acabar con su vida tenía la mitad inferior de su cuerpo totalmente despegada de su torso y cabeza, que volaron durante unos instantes hasta caer en picado, haciendo vibrar el terreno. En la zona del corte, se podía vislumbrar un rastro de algún tipo de fuego, intenso y rojizo, que revelaba una breve estela hasta encontrar al autor del milagro a unos pocos metros.

  Era un chico joven, apenas entrado en la adultez o rozándola, y de la misma edad que ella. En su mano derecha, apoyaba sobre el suelo algún tipo de arma, similar a una espada, pero exageradamente larga y ancha. Envuelta en llamas, desapareció en un instante ante la mirada atónita de la recién salvada.

  —?Estás bien? — preguntó el misterioso chico al percatarse de la presencia de Kana.

  —Sí, gracias, creo que solo me he torcido el tobillo— agradeció al joven, que tras confirmar el estado de la chica apartó la mirada —Perdona... ?Qué era esa cosa? —preguntó Kana de vuelta.

  El chico parecía distraído, y estaba toqueteando algún tipo de aparato que llevaba en su oreja, presumiblemente sin resultado. Oyó por encima la pregunta y respondió sin muchas ganas.

  —Una criatura de la Corrupción, que va a ser si no— respondió incrédulamente.

  Kana no podía creer lo que había vivido. Había sido perseguida por un monstruo abominable que jamás había visto, para posteriormente ser salvada por una persona que desde cualquier perspectiva, era completamente sobrehumana. Y para rematar, le estaba hablando sobre algo de lo que jamás había escuchado, como si fuese algo de los más normal. ?Estoy en un sue?o?— pensó. Quiso creerlo, pero pellizcarse no surtió efecto.

  —?Oye, sabes como llegar a Goodwinds? Se supone que es un pueblo cerca de aquí, pero no veo nada. Estoy buscando a alguien allí— el joven sorprendió a Kana en medio de su elucubración con un nombre que le era extremadamente familiar. Goodwinds era el nombre de su pueblo.

  —C-c-claro, vivo allí— respondió sobrecogida— ?A quién estás buscando? Puede que le conozca.

  —Mmmm, aun no lo sé...— el chico se llevó las manos a la barbilla, tratando inútilmente de hacer memoria— pero creo que lo sabré en cuanto la vea. Soy un profesional del rescate, ?sabes?— respondió dubitativo.

  Al escucharlo, Kana se llevó la mano a la cara en un gesto de exasperación— ?Será fuerte, pero es un completo estúpido!— pensó. Tras unos segundos de deliberación, volvió en sí.

  —Vale, pues acompá?ame. No está muy lejos— le instó —pero, oye, ?a qué te refieres con rescatar??Qué eres, un bombero?— bromeó con curiosidad

  —Ah, es que no me he presentado. Soy Paul. Soy parte del Equipo de Rescate Anti-Corrupción 01. Nos dedicamos a rescatar personas en peligro por la Corrupción, evidentemente.

  Kana, desesperada, dejó escapar un sonoro suspiro.

  —?Pero que narices es la Corrupción?

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