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De vuelta a casa

  Antes de ir hacia la ciudad, Naoko se me acercó con paso lento, como si dudara si hacerlo. Me llamó con una voz suave, apenas un susurro entre el viento.

  —Zein...

  —?Qué pasa? —pregunté, aunque ya presentía que era algo importante.

  En un instante, sin decir más, me abrazó con todas sus fuerzas. No dijo nada al principio, solo se aferró a mí como si hubiera temido perderme para siempre.

  —Me alegra que estés bien... —murmuró con la voz quebrada.

  —Y yo me alegro de que tú estés bien —respondí, correspondiendo el abrazo.

  Entonces sentí cómo sus manos temblaban sobre mi espalda. De pronto, comenzó a apretar un poco más fuerte, como si necesitara asegurarse de que realmente estaba ahí. Luego, entre sollozos ahogados, me golpeó suavemente el pecho con sus pu?os.

  —Por favor... no te vuelvas a ir así como en el avión... —susurró entre lágrimas—. Jamás vuelvas a hacer eso, por favor...

  Su voz se rompía con cada palabra. Era como si guardara ese dolor desde hace a?os, como si aquel momento en el que la dejé atrás en el avión hubiera quedado grabado con fuego en su memoria. Sentí el peso de su miedo, de su angustia contenida todo este tiempo, y lo único que pude hacer fue abrazarla con la misma fuerza, quedándonos así un buen rato, en silencio. Era la primera vez que nos veíamos desde ese día, y ahora que estaba frente a mí, entendí cuánto había significado mi ausencia para ella.

  La abracé como si al hacerlo pudiera pedirle perdón sin decir una palabra. Como si pudiera decirle que también me dolía, que nunca quise herirla. Y en ese silencio compartido, algo en nosotros volvió a unirse.

  Cargué a Nyla hacia una camioneta vieja, una de esas que aún funcionaban a duras penas entre los restos de lo que quedaba del mundo. Era sencilla, oxidada por los a?os y por la lluvia, pero servía. Nos llevaría de regreso a la ciudad. No era mucho, pero era suficiente. Al menos todo parecía estar yendo bien. Dentro de la camioneta, me dejé caer en el asiento trasero, cansado física y emocionalmente. Cerré los ojos por un momento, respiré profundo y dejé que mi mente divagara, pensando en lo que habíamos vivido, en todo lo que habíamos perdido… y en lo poco que, afortunadamente, habíamos logrado conservar.

  Naoko subió también, sentándose a mi lado, mientras que Sora y Miguel se fueron en otra camioneta más adelante. El motor rugió con fuerza y el vehículo comenzó a moverse lentamente por el camino de tierra.

  —?Tú eres la novia de Zein? —preguntó de pronto Nyla desde el asiento delantero, girando la cabeza con una inocente curiosidad.

  —?N…novia? —Naoko se atragantó con el aire, completamente sorprendida y con las mejillas encendidas como brasas—. No... yo soy... su... aprendiz...

  Lo dijo tan bajo que apenas la escuché, pero su mirada desviada, su rubor y esa tímida sonrisa hablaban más que mil palabras. Sonreí suavemente sin decir nada, solo observándola. Había algo reconfortante en verla así, tan humana, tan viva, después de todo lo que habíamos pasado.

  —Han pasado tantas cosas... —dije finalmente, mirando hacia el cielo nublado a través de la ventanilla.

  —Lo sé... —respondió Naoko—. ?Qué tal si me cuentas todo?

  —No lo sé… es una historia larga.

  —Y el camino también lo es —contestó con una sonrisa leve.

  Así que empecé a hablar. Le conté lo que había pasado en todos estos a?os, desde aquel día que la dejé en el avión hasta este preciso momento. Le hablé de Kael, de sus últimos días, de su sonrisa aún en medio del dolor… y de la promesa que le hice. Una promesa que no iba a romper, sin importar lo que viniera. Ella me escuchaba sin interrumpirme, solo mirándome, absorbiendo cada palabra. Sus ojos se humedecieron cuando hablé de la promesa, y aunque no dijo nada, su mano buscó la mía en silencio.

  La tomé con fuerza, sintiendo ese calor que había a?orado durante tanto tiempo. Por un instante, el mundo fuera de la camioneta dejó de importar. No había ruido, ni guerra, ni enemigos. Solo quedábamos nosotros, compartiendo la carga de los recuerdos y el consuelo de estar, por fin, juntos otra vez.

  De regreso a la ciudad, el ambiente se sentía distinto. Las calles estaban limpias, los edificios restaurados, e incluso había estructuras nuevas que antes no existían. Todo parecía más moderno, más ordenado… más vivo. Sin embargo, lo que más me impactó fue la reacción de la gente. A medida que avanzábamos por las calles, sus miradas se clavaban en mí con asombro y desconcierto. Era como si estuvieran viendo un fantasma. Algunos se detenían con la boca entreabierta, otros susurraban entre ellos, y varios simplemente se quedaban inmóviles, como si no pudieran creer lo que veían. Nunca imaginé que mi regreso causaría tanto revuelo.

  Mientras tanto, en la camioneta, Nyla y Naoko compartían momentos de complicidad. Nyla, con su inocencia natural, jugaba con el cabello de Naoko o le hacía preguntas curiosas, y Naoko, aunque algo torpe al principio, respondía con una dulzura que no solía mostrar. Se estaban conociendo, y había algo enternecedor en verlas así, tan tranquilas, tan humanas, después de todo lo que habíamos vivido. Era como si, poco a poco, el mundo intentara volver a ser un lugar habitable, un lugar donde reír no fuera un lujo.

  —?Qué hicieron estos dos a?os? —pregunté con genuina curiosidad, sin dejar de mirar por la ventana.

  Naoko respiró hondo antes de responder.

  —Cuando Eroberer y los demás murieron, todo se volvió un caos absoluto. Todos los gobiernos de todos los planetas colapsaron. No había líderes, no había órdenes... solo desesperación. Ese día descubrimos que el 96.6 % del ejército del EDI fue eliminado.

  —?Eso quiere decir que…?

  —Sí —asintió, con una sonrisa cálida, llena de una esperanza que no veía en ella desde hacía mucho—. Prácticamente ya ganamos. Aunque... no fue fácil. Tuvimos que tomar el control del gobierno nosotros mismos. Reconstruir sistemas, mantener el orden, poner cada cosa en su lugar…

  —Debió ser duro…

  —No tienes ni idea —dijo con una risa breve, pero cargada de cansancio.

  La camioneta se detuvo frente a una enorme instalación gubernamental. A diferencia de las antiguas bases militares o edificios fríos del pasado, este lugar se veía limpio, con jardines bien cuidados, banderas ondeando con orgullo y un escudo renovado en la entrada. Al ingresar, ocurrió algo que me dejó completamente desconcertado: todos los presentes se pusieron de pie al instante y adoptaron una posición de firmes. Como si me estuvieran rindiendo honores. No sabía cómo reaccionar. Yo no era un héroe, al menos no me sentía como uno. Pero ellos… ellos me miraban con respeto genuino, como si hubieran estado esperando este momento.

  Naoko, sin decir una palabra más, me condujo por los pasillos hasta una habitación ubicada en la parte más alta del edificio. Todo indicaba que estábamos por conocer a alguien importante, quizá al nuevo presidente o líder del gobierno restaurado. Sin embargo, lo único que deseaba en ese instante era ver a Kiomi y a los demás. Necesitaba saber que también estaban bien. Más que discursos o títulos, necesitaba sus rostros, su risa, sus voces.

  Cuando entramos en la habitación, una voz familiar resonó en el aire, filtrándose entre las paredes como un eco que venía del pasado.

  —??Cómo que no puedes arreglar eso!? ?Se supone que es tu trabajo! —era una voz dulce, pero firme, cargada de autoridad. Esa combinación tan única solo podía pertenecerle a una persona—. Es tu trabajo, ?así que arréglalo!

  El golpe del teléfono colgándose resonó por la sala. Luego, se escucharon pasos y, al girar, la vi. Ahí estaba ella, en pie frente a nosotros, con el ce?o fruncido… hasta que sus ojos se encontraron con los de Naoko.

  —Naoko, al fin te encuentro. ?Dónde estabas? Estamos demasiado ajetreados como para que vayas en busca de Zein y…

  Se quedó congelada en seco al verme. Sus labios se entreabrieron, pero no salió sonido alguno al principio. Luego, apenas un susurro.

  —Zein…

  —Volví… Kiomi —dije, con una sonrisa temblorosa. La voz me salió casi quebrada por la emoción.

  Y entonces, sin pensarlo dos veces, corrió hacia mí. Me abrazó con una fuerza que parecía venir del alma, con lágrimas desbordándose por su rostro. No dijo nada más. No hacía falta. Yo también la abracé, cerrando los ojos, dejando que el calor de su abrazo me envolviera por completo. En ese instante, sentí que una parte de mí regresaba a casa.

  —Me alegra que estés bien… —su voz temblaba, y cada palabra parecía quebrarse antes de salir, como si luchara por mantener la compostura—. Estaba tan asustada y… todo esto ha sido muy duro sin ti. De verdad pensé que no volvería a verte.

  No hizo falta que dijera más. La abracé con fuerza, como si al sostenerla pudiera borrar todo ese dolor que había llevado por dentro durante tanto tiempo. Sentí sus lágrimas deslizarse por mi cuello, cálidas y silenciosas, como un recordatorio de que seguíamos aquí, vivos, después de todo lo que habíamos atravesado.

  —No digas nada más —susurré con ternura—. Ya estoy aquí. No te preocupes. Todo va a estar bien.

  —Sí… —murmuró, sin soltarme, dejándose caer un poco más en el abrazo, como si se permitiera descansar por primera vez en a?os.

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  Cuando finalmente se calmó un poco, notó que una peque?a manita tiraba suavemente de mi camisa. Sus ojos se dirigieron hacia abajo, donde Nyla nos miraba con curiosidad y algo de timidez, aferrada a mí como si fuera lo único estable en el mundo.

  —?Y quién es esta peque?ita? —preguntó Kiomi, agachándose con cuidado mientras le sonreía con dulzura. Su voz se volvió aún más suave, como si instintivamente supiera cómo hablarle a una ni?a.

  —Se llama Nyla —respondí con una sonrisa leve, acariciándole el cabello con cari?o—. Le prometí a un amigo que cuidaría de ella sin importar qué.

  —Qué lindo nombre —dijo Kiomi, acariciándole la mejilla con ternura—. Tiene unos ojos preciosos… Y parece muy valiente, ?verdad?

  Nyla asintió tímidamente, escondiéndose un poco detrás de mi pierna, pero sin dejar de mirarla con atención. Era como si estuviera evaluando si podía confiar en ella, y en ese instante, sentí que se estaba formando un nuevo lazo.

  —Vaya que tenemos que ponernos al día —comentó Kiomi, volviendo a incorporarse mientras me dirigía una mirada que mezclaba cansancio y alivio.

  —?Qué tal si vamos a un café? —dijo Naoko de repente, con una chispa en los ojos que no le veía desde hace mucho—. Necesitamos una pausa.

  —Claro, no creo que haya problema —respondí, agachándome un poco para alentar a Nyla.

  Fuimos a un café cercano, uno de esos lugares peque?os pero cálidos, con plantas en las ventanas y luces suaves colgando del techo. Kiomi y Naoko se tomaron un merecido descanso, mientras que Miguel y Sora también decidieron acompa?arnos. Nos sentamos alrededor de una mesa amplia, y por un momento, todo se sintió normal. Como si fuéramos solo un grupo de amigos poniéndose al día, no sobrevivientes de una guerra imposible.

  Les conté lo que había pasado durante estos dos a?os. Les hablé de Kael, de su fortaleza y su enfermedad, de cómo me hizo prometer que cuidaría de Nyla como si fuera mi propia hija. Mis palabras salían lentas, pero firmes, y sentía un nudo en la garganta al recordarlo. No me interrumpieron. Escucharon con respeto y atención, como si supieran lo importante que era para mí compartir eso.

  Luego, ellos me contaron su parte. Me explicaron que, aunque mucha gente murió tras la caída del EDI, lograron levantarse de entre los escombros. Formaron un gobierno provisional dirigido por ellos mismos, y durante todo este tiempo sostuvieron la estructura de lo que quedaba del mundo. Mientras los sistemas fuera del planeta comenzaban lentamente a recuperarse, aquí en la Tierra se preparaban para un nuevo comienzo. Un presidente electo tomaría el poder en unos días, y por eso había tanto movimiento, tantos preparativos… tantas esperanzas.

  Durante esos dos a?os, ellos solos cargaron con el peso del planeta. Organizaron, reconstruyeron, protegieron. Y por primera vez, sentí algo que no esperaba: orgullo. No por haber sobrevivido, sino por lo que todos juntos habíamos logrado. Por el simple hecho de que, a pesar de todo, seguíamos aquí.

  —Zein —dijo Kiomi, de repente, con una voz suave, pero decidida.

  —?Qué pasa, Kiomi?

  Hubo un peque?o silencio. Ella miró a Nyla, que en ese momento reía bajito mientras intentaba atrapar las burbujas que salían de un peque?o adorno en el café. Luego volvió su mirada hacia mí.

  —?Y si adoptas a Nyla?

  —?Qué? —parpadeé, sorprendido por lo directo de su propuesta.

  Ella me sostuvo la mirada, sin vacilar, pero con una ternura inmensa en los ojos.

  —Sí, adoptarla —dijo Naoko con firmeza, aunque su voz aún conservaba ese matiz suave que usaba cuando hablaba de cosas importantes—. Sé que suena raro, pero escúchame un momento. Ella parece tu hija más que una hermana, Zein. Desde que llegaron no se ha despegado de ti ni un segundo. Y, además, hay algo que debes saber...

  Todos la miramos con atención. Naoko se acomodó en su silla y bajó un poco la voz, como si lo que iba a decir requiriera cuidado.

  —Pedí que investigaran su información mientras estábamos aquí. No tiene ningún registro. Nada. Es como si no existiera… No hay acta de nacimiento, identificación, ni siquiera un apellido que pueda rastrearse. Para el sistema, es invisible.

  —?Y tu punto es...? —preguntó Miguel, sin malicia, pero con el tono pragmático que lo caracterizaba.

  —Que si Zein la adopta, estaría cumpliendo su promesa de protegerla. Pero no solo eso… le estaría dando algo que ella nunca ha tenido: un hogar, un nombre, una familia. No solo sería un acto legal, sería un acto de amor. Y ella ya lo ve así… ?o acaso no lo han notado? —miró a Nyla con una peque?a sonrisa—. Desde que llegamos al café, no ha querido soltarte.

  Miré hacia abajo. Nyla estaba sentada a mi lado, comiendo un peque?o pastel mientras apoyaba su hombro en mi brazo. Al sentir mi mirada, alzó los ojos y me sonrió, con esa expresión tranquila que solo mostraba cuando se sentía segura.

  —Puede que tengas razón —dije en voz baja, aún dudando—. Pero no creo poder cuidarla solo. No tengo idea de cómo ser padre. Apenas estoy reconstruyendo mi vida…

  —No te preocupes —dijo Kiomi rápidamente, con una calidez que me hizo mirarla sorprendido—. Si quieres… yo te puedo ayudar.

  —?Cómo si fueras mi mamá? —preguntó Nyla de repente, con una voz inocente que nos tomó por sorpresa.

  Kiomi se quedó paralizada un segundo. Luego se sonrojó con fuerza y bajó la mirada, sin saber muy bien qué responder.

  —N-no… yo me refería a…

  —Yo creo que se refiere a que entre todos podemos ayudarte a cuidarla —intervino Naoko con una sonrisa ligera, intentando suavizar el momento.

  —Sí, para eso nos tienes —agregó Sora, apoyando los codos sobre la mesa con confianza—. No estás solo, Zein. Además, yo me encargo la mayor parte del tiempo de Aiko y Nanao. Estoy segura de que ellas y Nyla se llevarán muy bien. Sería lindo que crecieran juntas.

  Me quedé en silencio unos segundos. Observé a todos y luego a Nyla, que ahora miraba a Sora con curiosidad. Sentí algo en el pecho, algo cálido. Tal vez no estaba listo, tal vez nunca lo estaría por completo… pero lo que sí sabía era que no podía ignorar esa sensación de pertenencia. Ella ya era parte de mi vida. Tal vez era hora de hacerlo oficial.

  —Chicos…

  —Bueno, basta de charla —interrumpió Kiomi, poniéndose de pie después de recuperar su compostura—. Hay mucho trabajo que hacer y una monta?a de papeleo. Zein, lo primero es ir a registrar a Nyla. Como ciudadana… y como tu hija. Luego veremos lo de tu bienvenida oficial, pero ahora enfócate en eso.

  Asentí en silencio. Aún no terminaba de procesarlo todo, pero una parte de mí sabía que estaba dando el primer paso correcto.

  Tras mi regreso, comenzamos a adaptarnos a esta nueva vida después del desastre. En los últimos a?os han ocurrido cosas que generaciones pasadas ni siquiera habrían imaginado, pero aun así lo estamos sobrellevando. El planeta se calmó. Todo se calmó. No hubo más rastros del EDI, y muchos sistemas comenzaron a unirse a nuestra causa. éramos más… y eso me alegraba.

  —Bien —dije estirándome un poco—, estuve ausente dos a?os, así que supongo que debiste haber mejorado un poco tus habilidades, ?verdad, Naoko?

  —Eh… sí —respondió, algo nerviosa.

  —Y tú también, Niklas. Quiero ver de qué eres capaz.

  —Bien —respondió con una sonrisa confiada—. Entonces… ?cómo va a estar la cosa?

  —Ustedes dos contra mí. Quiero ver qué tan bien pelean juntos —dije, con una sonrisa confiada.

  Nos colocamos en el centro del jardín del café, bajo la sombra de los árboles. Nyla nos observaba sentada tranquilamente en el pasto, con los ojos muy abiertos y una sonrisa en el rostro. Me alegraba verla ahí. Este lugar tenía algo especial… algo que me hacía sentir en casa, incluso después de todo lo que habíamos pasado.

  Naoko y Niklas fueron los primeros en moverse. Atacaron de inmediato, coordinados como si hubieran entrenado esto antes. Uno por cada lado, tratando de atraparme entre ambos. Apenas tuve tiempo de invocar mis espadas. Las llamas de energía brillaron brevemente cuando aparecieron en mis manos y con ellas logré bloquear los ataques justo a tiempo, cruzando ambas armas frente a mí.

  Giré con fluidez, dejando que el impulso me llevara entre ellos. Golpeé a Niklas con el mango de mi espada y, en el mismo movimiento, alcancé la espada de Naoko. Ambos se tambalearon, pero se recuperaron más rápido de lo que esperaba. Era claro que no estaban ahí solo para jugar.

  Sus ataques se volvieron más rápidos, más precisos. Me presionaban con una sincronía admirable, casi como si pudieran leer mis movimientos. Aun así, lograba mantenerme un paso adelante, esquivando, bloqueando, contraatacando con movimientos suaves pero certeros. A veces sólo necesitaba un paso hacia atrás o un desvío sutil para evitar el impacto. Era un verdadero ejercicio de reflejos y paciencia.

  En un momento, me acorralaron contra uno de los pilares del jardín. Niklas se adelantó con un golpe mientras Naoko giraba por el otro lado con una patada baja. No tuve más opción.

  Con un rápido movimiento de mi mano libre, la tierra bajo Niklas se levantó en forma de pilar, golpeándolo de sorpresa y desestabilizando su postura. Fue el momento justo que necesitaba. Me giré hacia Naoko y, con suavidad pero firmeza, coloqué mi mano en su rostro y la empujé hacia atrás, interrumpiendo su ataque sin hacerle da?o.

  Pero no se rindieron. Sin inmutarse, volvieron a la carga, incluso con más fuerza. Esta vez, cuando atacaron juntos, su combinación fue más compleja. Tenían buena química. Lo admito, me divertía enfrentarme a ellos.

  En un instante encontré la apertura perfecta. Usé la energía de mi cuerpo para impulsarme hacia atrás con un salto y, justo cuando ellos avanzaban al unísono, me escabullí detrás. Aparecí tras Naoko en un parpadeo.

  —?Ya! —exclamé justo cuando bajé suavemente el mango de mi espada sobre su cabeza.

  —?Auch! —protestó Naoko, frotándose el cabello con una mueca.

  —Gané —dije sin dejar de sonreír.

  —?Eso fue trampa! ?Cómo lo hiciste? —reclamó con una mezcla de frustración y risa.

  —Es un secreto —le gui?é un ojo.

  —?Increíble! —gritó Nyla, corriendo hacia nosotros con los ojos brillando de emoción—. ?Cómo lo hiciste? ?Ni siquiera alcancé a ver bien todo! ?Wow! ?Podrías ense?arme a pelear así también?

  Me agaché un poco y le acaricié la cabeza con suavidad.

  —Depende de tu determinación para aprender.

  —?Tengo muchísima determinación! Por cierto… ?qué es eso?

  Solté una leve risa.

  —Bien, ya sé con qué puedo empezar a ponerte a prueba.

  Fui hacia el interior del café y, tras un momento de búsqueda, saqué uno de los viejos maniquíes de paja que había guardado para entrenar en el pasado. Lo coloqué en el centro del jardín, donde el sol de la tarde aún iluminaba con suavidad.

  —Bien —le dije a Nyla, colocándome frente a ella—. Este es tu objetivo.

  Le entregué una espada de madera.

  —Y esta… es tu arma. Tu misión es cortar a la mitad ese mu?eco con esta espada.

  —?Cómo se supone que haga eso? —preguntó, examinando el arma entre sus manos—. ?Ni siquiera tiene filo!

  —Ese es el punto —respondí con una sonrisa—. Debes encontrar la forma de lograrlo tú misma.

  Desde ese momento, Nyla se dedicó por completo. Todo el día se mantuvo ahí, firme frente al maniquí, intentando cortar la paja con determinación. Nanao y Aiko se sentaron cerca para acompa?arla, y con el pasar de las horas comenzaron a conversar, reírse, e incluso intentar imitar sus movimientos. Parecía que ya se estaban volviendo amigas, como si hubieran estado juntas desde siempre.

  El sol cayó, y la noche trajo consigo una brisa suave. Pero Nyla seguía allí. Tan concentrada en su objetivo que no notó lo cansada que estaba… hasta que finalmente se quedó dormida en el mismo patio, abrazada a la espada de madera como si fuera un tesoro.

  Al día siguiente, volvió a intentarlo con la misma energía. Todo el día repitió movimientos, corrigió su postura, respiró profundo. Y mientras la observaba, no pude evitar recordar a alguien. A mí mismo, quizás. Su perseverancia era tan genuina que me sorprendía. A decir verdad, no creía que fuera a lograrlo pronto. Pensé que necesitaría al menos un a?o para cortar ese maniquí, como mínimo. Yo tardé más de medio a?o. Naoko, una semana. Nyla… bueno, me hizo tragarme mis palabras.

  Cuando el atardecer comenzó a te?ir el cielo de naranja, Nyla se colocó frente al maniquí una vez más. Respiró profundo, alzó la espada y, con un grito de concentración, lanzó un corte preciso.

  El mu?eco se partió en dos.

  El silencio que siguió fue casi sagrado. Incluso el viento pareció detenerse por un instante.

  —??Lo logré!! ?Zein, lo logré! —gritó, saltando de emoción.

  Corrió hacia mí y me abrazó con fuerza, con ese brillo en los ojos que solo se tiene al conquistar algo que parecía imposible.

  —?Con eso estoy lista? —preguntó, aún con la respiración agitada.

  —Sí —le respondí, acariciándole la cabeza—. Estás más que lista. Buen trabajo.

  Nanao y Aiko corrieron hacia ella para felicitarla, emocionadas, pidiéndole que les ense?ara cómo lo había hecho. Nyla se rió, tímida pero feliz, mientras les explicaba con entusiasmo su forma de concentrarse.

  Verla así, rodeada de sonrisas, me hizo sentir algo dentro del pecho. Como si todo lo que habíamos pasado… todo el dolor, la pérdida, las batallas y el miedo, hubieran valido la pena por este momento.

  Después de tantos a?os de lucha, de oscuridad y caos, por fin habíamos llegado a un punto de paz. Una pausa merecida. Un hogar.

  Por ahora, solo deseo que nada inesperado ocurra. Que podamos vivir tranquilos… al menos un tiempo.

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