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Capítulo 13: Atrapados bajo sus alas.

  "?E-Embarazada?" Fue lo único que logré murmurar ante tal horrible noticia.

  De pronto, las piernas y manos me empezaron a temblar, dejándome paralizado y acabando con toda esa determinación que había tenido hace tan solo unos segundos.

  Tomé una respiración profunda, intentando calmar los latidos desenfrenados de mi corazón, pero no sirvió de nada.

  "?Luciano, no te preocupes! ?Todo va a estar bien! ?Vamos a ir a buscarlos y traeremos a Rundia y a los demás!" Gritaba Mirella, agarrándose de mi hombro derecho.

  "?Los odio! ?Odio a todos los que hacen sentir mal a Luciano!"

  Aya me tomó de la mano, tal vez intentando devolverme la determinación que yo le había contagiado.

  "Luciano, todos estamos de tu lado, así que daremos lo mejor de nosotros, ?sí? Vamos, debemos arreglar nuestros errores".

  ?Errores, dijo? ?Cómo llegamos a esto? ?Cómo permití que las cosas se desmoronaran de esta manera?

  Sí... tal vez tomé la ruta equivocada; no debí desviarme del camino natural, de lo que era lo normal... No debí seguir el arroyo, tampoco conocer a Aya.

  Si nos quedábamos en la cueva, Mirella nos protegería... Aunque contra los golems se le hizo complicado... ?Entonces, cuál fue el error? ?En qué fallé?

  ?Era Aya la clave en todo esto? ?Haberme encontrado con ella fue el principio del fin? No, no podía culparla a ella. No fue su culpa que los hombres pájaro atacaran, pero si nunca la hubiera encontrado... No, si ella me hubiera dejado ir el mismo día que la conocimos, quizás mi familia estaría a salvo ahora. Aun así, no podía haber sabido lo que sucedería, ?no? Era sensato el querer aprender magia, porque lo hice por el bien de todos.

  Hasta Mirella logró hacerse más fuerte.

  Me obligué a mirar a Aya. A pesar del miedo que vi en sus ojos, también había habido una chispa de valor en sus palabras. Tal vez en este momento esperaba que la reconfortara de la misma manera que lo había hecho antes. Pero... ?cómo podía hacerlo cuando ahora ni siquiera confiaba en mí mismo?

  Ya sé, debería encontrar a alguien que tenga el poder de ver el futuro, así yo podría...

  "Luciano, ??qué te pasa?! ?Debemos irnos ya!" Gritó Mirella, cortando con mis pensamientos intrusivos mientras me tironeaba del cabello.

  Logré escuchar de fondo cómo Samira lloraba más fuerte. Esto era una pesadilla.

  Aya me soltó la mano y se puso al frente mío.

  “Luciano...” Comenzó diciendo en un susurro, como si no quisiera presionarme.

  “Sé que esto es difícil, pero todavía podemos hacer algo. Podemos arreglarlo, ?no?”

  ?Arreglarlo? Claro, ella no entendía lo que esto realmente significaba. Era más que solo un error. Esto era un abismo, una grieta que se había formado y que ahora estaba devorando todo lo que me importaba.

  "Esperen... no me siento bien. Necesito calmarme", me obligué a murmurar para que no sintieran que sus esfuerzos eran en vano.

  Respiré hondo, pero el aire no llenaba mis pulmones como debía. Sentía que el suelo bajo mis pies era inestable y comencé a tambalear.

  Aya se acercó antes de que me cayera y me cargó entre sus brazos.

  "?Vamos, Luciano! No te preocupes, nosotras te guiaremos".

  "?Samira, espera aquí hasta que volvamos!" Gritó Mirella, siguiéndonos de cerca por el aire.

  Aya se puso a la cabeza del grupo, llevándome con paso firme hacia lo más profundo del bosque.

  Nunca había sentido una sensación como esta, la de ser apoyado tan frenéticamente al mismo tiempo por dos mujeres. Mirella y Aya... me estaban guiando, porque yo me sentía más perdido que nunca.

  "Primero, necesitamos encontrar alguna forma de saber hacia dónde se los llevaron", dijo Aya.

  "?No te preocupes, yo los encontraré!"

  Mirella salió volando disparada hacia las copas de los árboles. La perdimos de vista en un santiamén.

  Me permití un minuto de paz mientras Aya me seguía sosteniendo entre sus brazos, como si yo fuera un bebé. Sentí la calidez de sus brazos alrededor de mí, y por un momento me aferré a esa sensación, buscando estabilidad.

  Verla de más cerca me hizo enfocarme en intentar mejorar mi respiración.

  Inhalar... exhalar... El aire entraba y salía de mis pulmones en bocanadas irregulares.

  Aya caminaba sin perder la mirada en frente, con mi cuerpo apoyado contra el suyo, sujetándome con determinación.

  "Tranquilo, Luciano. Lo resolveremos. Llegaremos a tiempo, estoy segura".

  Inhalar... exhalar... Mi pecho seguía tenso.

  Aya me apretó un poco más entre sus brazos.

  "Confía en nosotras. No estás solo".

  No podía responderle. Mi mente seguía nublada, girando en torno a un solo pensamiento: ?Y si ya es demasiado tarde?

  Mi pecho se oprimió aún más. ?Y si ya los mataron? ?Y si Rundia…?

  Inhalar... exhalar... El aire se atascó en mi garganta.

  "Aya..." Apenas me salió la voz.

  Ella me miró a los ojos solo por un segundo.

  "?Qué pasa? Luciano, dime qué sientes".

  "Si... si algo le pasa a mi mamá... será mi culpa".

  Aya detuvo su paso de golpe. Su agarre sobre mí se tensó, pero no dijo nada al principio. Simplemente me miró, como si intentara encontrar la forma de hacerme ver que estaba equivocado.

  Si Rundia moría, el único culpable era yo.

  Yo, que decidí abandonar la cueva.

  Yo, que aposté por aprender sobre la magia.

  Yo, que ignoré el peligro que acechaba en este mundo.

  "Luciano, ya te dije que no te preocupes... Mirella es fuerte y los encontrará, así que no pienses en nada malo", dijo en un tono menos calmado que antes y me dejó en el suelo, pero yo caí de rodillas por estar perdido en mis pensamientos.

  Sacudí la cabeza y golpeé mis cachetes, intentando despertarme.

  "?Pensá! ?Pensá en algo, idiota! ??Por qué no pued...?!"

  Aya me calló de un cachetazo.

  "??No me habías dicho que me levantara y luchara?! ?No cometas el mismo error tú también!"

  Me llevé una mano a la mejilla, sorprendido por el golpe. ?Esto era lo que necesitaba?

  "Aya..."

  Me extendió su mano para que me levantara.

  "No vuelvas a intentar dar una lección a los demás si tú no vas a demostrar cómo hacerlo primero..."

  Empecé a reírme tontamente antes de tomarle de la mano. Aya tenía mucha razón.

  "Te habías quedado con ganas de devolvérmelo de alguna forma, ?no?"

  "Bueno, puede ser..."

  Miró hacia otro lado, esquivando mis ojos.

  "Lo siento si fue un golpe muy fuerte".

  "No, está bien. Te lo agradezco".

  Refregué mis manos contra mi cara, limpiando algunas peque?as lágrimas de dolor.

  Aya podía haberse quedado en su santuario, podía haber vivido su vida en paz. Pero eligió seguirme, eligió estar acá, justo en este momento, cuando yo parecía estar al borde del colapso.

  Acomodé mi largo cabello hacia atrás antes de hablar.

  "Vamos, sigamos buscándolos".

  Juntos y de la mano, nos adentramos en lo que empezaba a ser una selva. Aunque lo que me inquietaba era Mirella, que aún no había regresado. Espero que no nos haya perdido el paso.

  "Luciano, ?ya sabes quiénes son los que se los llevaron?"

  "Son los hombres pájaro. Ya habíamos tenido un entredicho con uno en el pasado, y ahora parece que vinieron más. Son altos y tienen un pico largo".

  Gesticulé con mis manos sobre mi cara, para que entendiera mejor.

  "Por cierto, mi madre es la que tiene el cabello marrón".

  "?Cuidado!" Exclamó Aya de repente en un grito contenido, llevándome detrás de un árbol de tronco grande.

  "Hay un... Hay algo que se acerca".

  Ella tapó mi boca con su mano.

  Se escuchaban pasos lentos en la lejanía, pero eran pocos y espaciados como para pensar que era un animal a cuatro patas.

  Corrí un poco su mano hacia abajo para poder hablar.

  "Debe ser uno de ellos, de los hombres pájaro".

  Ella me volvió a tapar la boca y se asomó por el costado de la corteza. Sus orejas se movían rápidamente mientras parecía susurrar algo repetidamente en voz muy baja.

  "No puedo verlo, pero oigo sus pasos", dijo finalmente.

  "?Y su olor?" Pregunté, apenas pudiendo hacerlo al intentar abrirme paso entre sus largos dedos.

  "No llego a oler nada".

  "Sigámoslo, entonces".

  Ella no respondió. En cambio, me llevó de la mano hacia donde se escuchaban los pasos, pero el sonido incesante de las ramas y hojas bajo nuestros pies hizo que el que sea que estaba ahí se diera cuenta de nuestra presencia.

  "?Hay alguien ahí?" Preguntó el extra?o; su voz era parecida a la del hombre pájaro, mas no igual.

  Aya se movió rápidamente y se acercó a través de los árboles. Yo la seguí de cerca y ahí fue cuando pude ver que, efectivamente, era uno de ellos. Eso sí, este no tenía partículas mágicas.

  Ella hizo un movimiento hacia delante con las manos.

  "?Lo encerré entre cuatro barreras!" Gritó al aire, aunque yo sabía que me lo decía a mí.

  "Tal vez no puedas verlas, así que no te acerques".

  Yo me mantuve oculto detrás de un árbol asomando un poco la cabeza.

  "?Oye, tú! ?Eres un... hombre pájaro?"

  él intentó correr hacia ella, pero algo invisible no lo dejaba avanzar. Claro, las barreras

  "?Magia? Ya veo... El líder tenía razón", respondió.

  "?Líder?"

  "Estás con ese ni?o, ?no? Supongo que ya se enteraron de todo.

  Hizo la risa entrecortada que nunca pude soportar oír. Aun así, me mantuve oculto y ahora sin asomarme, porque el hombre pájaro miraba hacia todas las direcciones para encontrarme.

  "?Eso no te interesa! ?Dime dónde está su madre y qué quieren de ellos!"

  "Eres muy bonita y rara... ?No te gustaría unirte a nosotros? El líder está buscando desde hace tiempo una nueva parej..."

  Su voz se cortó de inmediato y en ese momento comenzó a escucharse un sonido, como si alguien estuviera martillando una pared. Era rítmico, inconfundible, pero lo extra?o era que no se escuchaba nada más. Ni la voz del pajarraco, ni la de Aya, ni siquiera el crujir de las hojas bajo sus pies. Era como si todo el sonido del mundo hubiera sido tragado, excepto por ese golpe insistente.

  Me quedé inmóvil, tratando de descifrar qué demonios era ese ruido, cuando de repente...

  "?Waaaghh!"

  Un sonido seco y violento de algo partiéndose en dos, acompa?ado de ese grito desgarrador.

  Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente. Me asomé sin pensarlo, con el corazón latiéndome en la garganta.

  Y ahí estaba él, temblando, con las manos ensangrentadas.

  Su pico... su largo pico amarillo ahora era solo la mitad de lo que fue. Partes rotas yacían esparcidas en el suelo.

  Se sujetaba la cara con ambas manos, con los ojos desorbitados por el dolor, la respiración entrecortada por jadeos que apenas podían escapar entre sus dedos.

  ?Qué carajos sucedió?

  Mi mirada voló hacia Aya; estaba en la misma posición que antes, inmóvil, observando con una expresión que no demostraba que estuviese sorprendida.

  El hombre pájaro cayó de rodillas, su sangre oscura chorreando entre sus dedos, y entre sollozos desesperados alzó la vista hacia Aya.

  "??Qué me hiciste, maldita?!"

  Aya apretó los pu?os.

  "Eso fue solo una advertencia. Si no quieres perder más, dime lo que queremos saber".

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  "Solo vivimos para que el líder se haga más poderoso. ?él es el único que puede usar magia entre nosotros!"

  Se paró, todavía chorreando sangre de su pico roto.

  "Vivimos y morimos por él, así que no me importa lo que me hagas. ?Muérete de rabia, maldita!"

  Estábamos perdiendo demasiado tiempo con esta situación.

  Me escapé de mi escondite y me lancé sobre Aya, abrazándola por su cintura.

  "?Aya, ya vámonos! No tenemos que escuchar más a este tipo, y menos mancharnos las manos de sangre. Al menos no por ahora".

  Si bien tengo mucha ira acumulada, a este mundo no fui enviado a destruir, sino a construir. Es por eso que primero tenemos que tomar la ruta del diálogo. Al menos hasta saber qué es lo que planean al hacer todo esto.

  "?En serio quieres dejarlo aquí?"

  "Sí, por favor. Que se quede encerrado ahí si es posible... No sé bien cómo funcionan tus barreras, pero dejémoslo así por ahora".

  El hombre pájaro interrumpió nuestra conversación golpeando la barrera invisible con un pu?o cerrado.

  "?Eres tú! ?Eres tú el ni?o de oro! ?Por fin puedo verte!"

  "?Eh? ?Ni?o de oro?" Pregunté al aire.

  Me quedé más sorprendido por la palabra 'oro' que por el apodo en sí. ?Acaso ya descubrieron el oro? ?O será que saben el significado de mi conexión con Sariah y lo llaman así?

  El oro, en cualquier mundo, es un metal que puede desatar guerras, codicia y ambición. Y si los hombres pájaro lo han descubierto antes que nosotros, y además hay uno de ellos que tiene un tipo de magia desconocida, podrían estar en una posición de ventaja considerable, más de lo que ya imaginaba.

  Ojalá no le hayan encontrado ninguna utilidad.

  "?El ni?o de oro! ?Ni?o de oro! ?Ni?o de oro!" Seguía gritando y comenzó a saltar en el lugar mientras parecía querer arrancarse las plumas blancas de la cabeza con sus garras.

  "Aya, tenemos que irnos", dije y esta vez fui yo quien le agarró la mano, intentando convencerla.

  "Está bien".

  Aya asintió y nos fuimos a paso rápido hacia donde suponíamos que venía el que ahora teníamos prisionero.

  Caminamos por unos minutos, y la vegetación parecía disminuir levemente, con hierbas menos altas. Eso podría indicarnos que hay gente a los alrededores recorriendo esta zona a menudo.

  De pronto, Aya frenó en seco y sus orejas empezaron a moverse de izquierda a derecha, haciendo ruido.

  "Algo viene... ?Cuidado!" Gritó, intentando agacharse, pero antes algo le golpeó la cabeza y terminó cayendo al suelo de espaldas.

  "?Auch!”

  La que venía a gran velocidad era Mirella, que ahora se sobaba la cabeza mientras estaba sentada sobre el muslo de la pierna derecha de Aya, la cual no parecía tener una expresión muy amistosa.

  La zorro místico se incorporó de inmediato, sosteniéndose con las manos a los costados.

  "?Tonta! ??Por qué venías tan rápido?!"

  Quitó a Mirella de encima suyo y la puso sobre el suelo, como si de una mu?equita de juguete se tratase.

  "?Ay! ?Es que... ya los encontré a todos! Es por allá".

  Mirella se?aló el sendero por el que venía volando a gran velocidad.

  "??En serio?!" Pregunté, emocionado.

  "?Bien! Entonces, decinos qué es lo que viste, por favor".

  "?Sí!".

  Se puso a volar, tomando un ángulo en el que podía vernos a los dos.

  "Bueno, hay varios de esos hombres pájaro horribles justo en la entrada de una cueva que es muy rara. También logré ver que dentro de ese lugar están tu papá, tu mamá, Anya, Tarún y la tonta. Pero hay algo que no los deja mover del lugar en el que están, como si estuvieran atrapados".

  Cuando escuché que los nombraba uno por uno, sentí una mezcla de alivio y frustración. Alivio porque estaban vivos, pero también frustración porque, según las palabras de Mirella, estaban encerrados de alguna forma que ella los podía ver desde fuera, y eso era algo extra?o. Ahora no solo teníamos que enfrentarnos a los hombres pájaro, sino también descubrir cómo liberarlos de donde sea que estén.

  "Claro... Entiendo... Déjenme pensar".

  "?Quién es 'la tonta'?" Preguntó Aya, frunciendo el ce?o mientras se acomodaba el pelo despeinado.

  "?Sí, la tonta! ?La odio a la tonta Suminia que trata mal a Luciano!"

  Sus gritos no me dejaban pensar en cómo íbamos a proceder, así que tuve que intervenir.

  "Bueno, bueno, ahora no hablemos sobre eso. Lo importante es que ya sabemos dónde están, solo que debemos pensar cómo los vamos a salvar".

  "Yo haré lo que tú me digas, Luciano", respondió Mirella.

  "Está bien".

  Está claro que siempre va a intentar buscar que primero yo le dé una orden para hacerme caso.

  "Si quieres, podemos estar a tu disposición, Luciano. Seguro que tú sabes mejor que nadie cómo ayudar a tu familia, así que recuerda todo lo que aprendiste de magia".

  Ellas hablaban como si yo fuera alguien en quien confiar... Confiaban en un ni?o que apenas debía pasar los cuatro a?os. ?Será por mi forma de hablar o porque parezco ser más inteligente que ellas?

  Aunque si por Mirella fuera, me seguiría hasta el mismísimo infierno.

  "Déjenme pensar un momento..."

  La verdad era que, aunque había visto y vivido cosas en mi vida anterior, este mundo prehistórico con sus seres mágicos y la mismísima magia me hacía sentir igual de perdido que cualquiera.

  El sol apenas se colaba entre los densos árboles mientras intentaba regresar mi determinación inicial de regreso. Debía tomar el control de la situación y pensar en un plan de rescate.

  Puse a Mirella sobre el hombro de Aya para que me miraran de frente y respiré hondo antes de hablar. De cierto modo estaba ansioso por intentar usar mi magia de manera útil, pero también me sentía nervioso porque las cosas podían salir muy mal y estaba mi familia en juego. Ya no era cuestión de intentarles ense?ar lo que podía hacer, sino de que la magia nos ayudara en este momento crítico.

  "Escuchen bien. Si son muchos, entonces debemos usar toda la magia que tenemos a disposición para tomar ventaja. La idea es rescatarlos sin tener que herir a nadie, así que de entrada yo iré solo y me presentaré para hablar con ellos, porque ya conozco a uno. Detrás de todo eso, ustedes irán posicionándose estratégicamente en caso de que todo salga mal, que es la opción más probable.

  Mirella, vos vas a esperar lejos y detrás de mí, en lo alto de algún árbol, para que no te vean. Y vos, Aya, vas a rodear la supuesta cueva sin que la vean y ver lo que sucede".

  Mirella comenzó a sacudir los brazos, golpeando sin querer el cabello de Aya.

  "Es que no es como nuestra cueva, Luciano. ?Es como si se hubiera hundido la tierra y por encima siguieran los árboles!"

  No se explicó del todo bien. Pero me daba más o menos una idea de cómo era el lugar.

  "Mejor, entonces. De ese modo, Aya va a poder subir por la parte de arriba".

  "?Qué bien!"

  "Entonces, Aya, vos vas a ir por encima del lugar y vas a esperar oculta para ver cómo termina mi conversación. Si me atacan, te tocará defenderme desde lo lejos, ?sí?"

  "Entiendo, pero, ?y Mirella?"

  "?Acaba de decirlo! ?Yo voy a cuidar de Luciano!"

  "No es exactamente eso lo que vas a hacer. Lo que más necesito es que, en caso de que todo salga mal, utilices tu luz para cegarlos. O sea, cuando vean tu luz tan espectacular y brillante, les va a hacer mal a los ojos porque es super increíble. Por eso es que te vas a esconder detrás de mí, para no darme con tu luz en mis ojos".

  "?Entendí todo!" Exclamó Mirella, saltando sobre el hombro de Aya para ponerse a flotar frente a mí.

  "Luciano, eres muy inteligente".

  "Bueno... Solo hago lo que puedo".

  "?Yo ya estoy lista!"

  Ser tres contra uno, en magia, y tener todas las partículas mágicas al máximo nos daba una ventaja enorme.

  "Vamos, entonces. ?Vamos a salvar a todos!"

  "?Sí, salvaremos a todos!"

  "Claro que los salvaremos, Luciano. ?Vamos allá!"

  Empecé a correr por el sendero que nos llevaría al lugar. Aya se desvió hacia la derecha y Mirella me seguía, aunque la perdí de vista de inmediato.

  La selva se oscurecía sobre nosotros a medida que nos adentrábamos más en la dirección que había se?alado Mirella. El aire se volvía denso y el silencio era aterrador, porque uno pensaría que la selva estaría llena de sonidos de animales o algo así, pero el silencio era total.

  A medida que mis pies descalzos tocaban la tierra húmeda del sendero, una sensación extra?a recorría mi pecho. No era solo el miedo a lo desconocido, ni la adrenalina por la situación peligrosa; era esa frustración latente de no poder hacer más con mi propio cuerpo. En mi vida anterior, nunca fui alguien fuerte físicamente, pero al menos tenía una fuerza promedio; podía correr sin sentir que mis piernas me iban a traicionar, podía defenderme si la situación lo ameritaba. Ahora, con este cuerpo de ni?o, mis posibilidades de ser una amenaza física para alguien eran nulas.

  Era una realidad molesta. Me hacía sentir débil, dependiente. No me gustaba esa sensación. Si alguien decidía atacarnos de nuevo como ahora, yo no sería el que se alzaría como protector de mi familia. No, en lugar de eso, Mirella, Aya y mis padres serían quienes me protegerían a mí. Y aunque confiaba en ellos, aunque sabía que las chicas tenían magias poderosas, no dejaba de molestarme el hecho de que no podía hacer lo mismo por ellas.

  Suspiré y apreté los pu?os, intentando calmar esa irritación. La verdad es que tenía que aprender a confiar en ellas. No solo porque no tenía otra opción, sino porque ellas ya habían demostrado que podían manejarse solas.

  Lo entendía en la teoría, pero en la práctica, aceptar que dependía de ellas me costaba más de lo que esperaba. Mi instinto me gritaba que yo tenía que ser el que protegiera, el que enfrentara el peligro, el que estuviera en primera línea. Pero la realidad era otra. Por ahora, mi papel no era ese.

  Apreté la mandíbula y miré hacia adelante. Antes de preocuparme por el futuro, primero tenía que resolver el presente. Los hombres pájaro tenían a mi familia, y aunque mi primera intención no era la violencia, tampoco iba a permitir que nos pisotearan. Lo mejor sería hablar y entender qué quieren, si es que hay una forma pacífica de solucionar todo.

  Porque si podía llegar a un acuerdo con ellos, si podía evitar una pelea innecesaria, entonces tal vez podría asegurarme de que en el futuro no volviéramos a estar en una situación como esta.

  Pero claro... para eso, primero tenía que descubrir qué carajos querían de mí.

  Frente a mí, el paisaje cambió; ahora era imponente y extra?o. Los árboles alrededor se inclinaban hacia una abertura como si hubieran sido atraídos por una fuerza que se originaba en el suelo. La entrada no era como la de las cuevas, con sus paredes de roca bien definidas; esta parecía un enorme cráter natural, como si la tierra se hubiera abierto abruptamente, dejando un hueco que descendía en picada. Las paredes de roca se erosionaban con suavidad hacia abajo, creando escalones irregulares que llevaban hacia algún lugar que no llegaba a ver por la diferencia de altura.

  Desde mi posición, vi a cinco hombres pájaro vigilando lo que a simple vista yo reconocía como la entrada, pero ninguno llevaba las partículas mágicas que sí llevaba el que yo ya había conocido. Sus siluetas eran altas e imponentes, con la piel oscura, con sus plumas blancas y negras y esos picos amarillos largos que los hacían parecer criaturas de pesadilla.

  Salí de entre los árboles, acercándome a ellos. Tuve que hacer algo que llamara completamente la atención porque parecía que a Aya se le estaba complicando rodear el lugar.

  "?Hey, escuchen todos! ?El ni?o de oro ya ha llegado!"

  Levanté las manos, aplaudiendo lo más fuerte que podía.

  "?Vine a recuperar a mi familia! ?No quiero violencia, pero haré lo necesario para proteger a los míos!"

  Hubo un murmullo entre los pajarracos, que eran muy similares físicamente entre sí, antes de que uno de ellos se apartara, probablemente para informar a su líder. Luego de unos segundos en los que simplemente se me quedaron mirando, del hueco salió el hombre pájaro de toda la vida, el que tenía los ojos anaranjados brillantes, algunas partículas mágicas y me molestaba el solo verle la cara.

  "Tanto tiempo, ?no? Te has estado escondiendo de mí junto a esa mujer que vuela".

  Me acomodé una vez más mi largo cabello casta?o por detrás de mis orejas antes de hablar.

  "Yo no me escondí de nadie. Tengo cosas más importantes que hacer como para estar pensando en alguien tan estúpido como vos".

  él caminó un poco más hacia mí, alejándose de sus secuaces.

  "Vaya, parece que finalmente la conseguiste... Me pregunto qué tan fuerte será esa magia".

  Claramente se dio cuenta del cambio, de las partículas mágicas alrededor de mi cuerpo.

  "Voy a ser rápido. ?Qué querés de mi familia?"

  "Seguro que esa ni?a de la cueva ya te contó algo, ?no?"

  Ugh... ?Entonces la habían dejado a propósito?

  "No lo sé. Decímelo vos".

  "Está bien. Si así lo quieres..."

  Se?aló su panza con una garra.

  "Quiero a tu madre, porque si tú naciste especial, entonces el próximo también lo será".

  El comentario del hombre pájaro me dejó pensando. ?Qué significaba eso? ?El próximo también lo será? Mi mente comenzó a trabajar a toda velocidad, buscando alguna pista o sentido en sus palabras. De alguna manera era como si él estuviera intentando adivinar mi origen.

  Pobre tipo, en realidad no sabe nada sobre mí, ni sobre Sariah y mi conexión con ella.

  Me obligué a despejar mi mente, a concentrarme en lo que estaba frente a mí: los hombres pájaros y mi familia prisionera en algún lugar de allí dentro.

  "?En serio? ?Y qué pensás hacer con mi madre? Si tenés algo para decir, decilo de una sin hacerte el misterioso".

  El hombre pájaro inclinó la cabeza hacia abajo; su largo pico apuntaba hacia el suelo mientras soltaba un sonido que parecía una mezcla entre un graznido y una risa baja.

  "Lo sabrás muy pronto, peque?o. Lo sabrás, pero ya has hecho suficientes preguntas por ahora. Déjame hacerte una a ti ahora, a ver si puedes responder... ?Qué estarías dispuesto a sacrificar por tu familia?"

  La pregunta me tomó por sorpresa, pero intenté no mostrarlo.

  "?Qué estaría dispuesto a sacrificar? Absolutamente nada, porque nosotros vamos a ganar. Y yo soy el que hace las preguntas acá, así que respondeme lo que quiero saber", contesté y avancé un paso hacia delante.

  "Voy a decirlo una sola vez: liberá a mi familia así evitamos un conflicto que terminará mal para todos".

  él movió las mejillas de una manera que pareciera que quisiera formar una sonrisa con su pico, aunque no pudiera.

  "Me encanta tu manera de hablar, pero... ?En serio crees que estás en posición de decir eso?"

  En ese momento, los otros pajarracos comenzaron a avanzar lentamente hasta ponerse en fila con su líder, lo que me hizo tener que retroceder un paso.

  "?Qué pasa? ?Me querés atrapar a mí también?"

  "No quiero hacerlo, pero si sigues molestando, lo tendré que hacer", respondió, endureciendo su mirada.

  "?Ah, sí? Te aviso que soy difícil de atrapar".

  "?En serio? Seguro que ya tienes a tu amiga esperando en algún lado".

  "?Vas a decirme qué querés de Rundia o no? Porque me estoy comenzando a impacientar".

  Desvié un poco la mirada; Aya todavía no había llegado a su posición y, por más que yo había logrado captar la atención de los enemigos, no podía darle tanto tiempo.

  Miró hacia los costados, como si estuviera comprobando las expresiones de sus compa?eros.

  "Está bien. Si tanto insistes, entonces te voy a decir qué voy a hacer con ese ni?o que nacerá..."

  Levantó firmemente su pico antes de continuar.

  "?Me lo voy a comer! ?Y así voy a ser...!"

  Sus violentas palabras se cortaron cuando un enorme haz de luz intervino por el aire hacia él, pero de alguna forma lo detuvo en un choque de fuerzas opuestas.

  El sonido del impacto resonó como un trueno en el aire, y mis ojos apenas podían seguir el brillo que desprendía el enfrentamiento entre la magia de Mirella y la energía que el hombre pájaro había invocado a su alrededor para protegerse. Por el rabillo del ojo, la vi flotar unos metros sobre el suelo, con las alas vibrando a una velocidad inhumana y sus manos extendidas hacia delante.

  Estaba claro que Mirella no había acatado para nada las pautas que habíamos planteado anteriormente. Había actuado por su instinto de protección hacia mí al escuchar esas horribles palabras y ya no sabía si eso era conveniente o no.

  Ni siquiera tenía tiempo para pensar qué diablos pasaba por la cabeza de este monstruo que teníamos delante nuestro. ?Comerse a un ni?o, había dicho?

  Pero a pesar del poder de Mirella, el hombre pájaro permanecía firme en su posición mientras los otros retrocedían. Podía sentir el aire agitarse a mi alrededor, y el instinto me gritaba que algo muy malo estaba a punto de suceder.

  ?él usa magia de viento?

  Cuando movió sus alas una vez más, una inmensa cantidad de aire me hizo salir volando hacia atrás. Todo el lugar se convirtió en un remolino de hojas y polvo por todos lados.

  Mi espalda impactó contra el tronco de un árbol.

  "?Uugh!"

  Cuando me di cuenta de que mi cuerpo no se separaba del árbol, miré mi cuerpo. Ahí fue cuando noté que estaba clavado a la madera por culpa de una rama lo suficientemente grande y fuerte que logró atravesar mi hombro izquierdo al completo.

  La sangre comenzó a chorrear por mi torso. Esto se había complicado demasiado.

  El dolor era intenso, como una llama que se extendía desde el hombro hasta todo mi cuerpo. Cada intento de moverme hacía que la madera que me atravesaba crujiera de forma espeluznante. Mi respiración se volvió entrecortada, tratando de no empeorar la situación, pero la adrenalina corría tan rápido por mi mente que apenas podía pensar con claridad.

  "?Maldición! ?No puedo sacarme esta rama de mierda!"

  No pude encontrar a nadie que me ayudara; todo frente a mi vista eran hojas, ramas y demás cosas volando en un remolino de viento.

  Me moví bruscamente hacia abajo hasta que finalmente pude quebrarla, conmigo cayendo al suelo todavía con la rama clavada. Si la quitaba, iba a correr más peligro.

  Me arrastré hasta el otro lado del árbol, mirando que en la palma de mi piel tenía mucha sangre de la herida.

  "Carajo... Duele mucho".

  Mirella seguía luchando... Era consciente de que ella no podría sostenerse por mucho tiempo porque se le iban a agotar las partículas mágicas, y ellos eran más en número.

  El hombre pájaro parecía estar controlando por completo la situación, y aunque me costara admitirlo, estábamos en una gran desventaja si él podía manejar el terreno a su antojo gracias a su supuesta magia de viento.

  ?Cómo podríamos vencer a alguien que resistía incluso el poder y la ira de Mirella?

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