Un leve cosquilleo recorrió sus dedos, una sensación que no podía explicar. Era como si el bosque mismo vibrara con una energía sutil, un murmullo silencioso que él podía percibir. Era una energía desconocida, pero extra?amente familiar, como un eco de algo olvidado.
Intentó incorporarse, pero un mareo repentino lo obligó a recostarse de nuevo, con un gemido de dolor. Un dolor agudo en la espalda le recordó la caída. Palpó la zona dolorida, encontrando un bulto considerable.
"Definitivamente me golpeé la cabeza", pensó, con una mueca de dolor. "Eso explicaría la confusión... y la amnesia."
La memoria se le escapaba como arena entre los dedos. Fragmentos de su vida anterior - la calidez de su hogar, el rostro de su madre - se desvanecían ante la abrumadora realidad del bosque que lo rodeaba. árboles gigantescos se alzaban, sus copas perdiéndose en la penumbra. El canto de aves desconocidas llenaba el aire, una melodía extra?a y a la vez hermosa que le provocaba una mezcla de fascinación y temor.
Con un esfuerzo sobrehumano, se sentó, apoyándose en un tronco cercano. La corteza rugosa le ara?ó la piel, una sensación real que lo ayudó a anclarse al presente.
"Agua", pensó, con la garganta seca. "Necesito encontrar agua."
Recordó las lecciones de supervivencia que había visto en documentales. "Sigue el sonido del agua", se repitió a sí mismo, como un mantra.
Se puso de pie con dificultad, las piernas temblorosas por la debilidad. El mundo giraba a su alrededor, y cada paso le costaba un esfuerzo enorme. Pero la sed lo impulsaba a seguir adelante.
Un sonido distante, el murmullo del agua, le dio un atisbo de esperanza. Se tambaleó hacia él, con la determinación de un náufrago que se aferra a un madero.
El arroyo apareció ante él como un oasis en el desierto. El agua cristalina fluía entre las rocas, reflejando la luz del sol que se filtraba entre las hojas. Martín se arrodilló junto al arroyo, con la tentación de beber directamente, pero la razón lo detuvo.
"No puedo arriesgarme", pensó, recordando las advertencias sobre las bacterias y parásitos. "Necesito hervirla."
Buscó en sus bolsillos, con la esperanza de encontrar un encendedor, pero solo encontró su teléfono móvil, inútil en ese lugar sin se?al. La pantalla, oscura e inerte, le devolvió la imagen de su propia impotencia.
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"Fuego", pensó, con una punzada de desesperación. "Necesito fuego."
Reunió ramas secas y hojas caídas, intentando recordar las técnicas para encender fuego. Frotó dos palos de madera con fuerza, una y otra vez, pero la madera se resistía a encenderse. La frustración se mezclaba con el miedo, la debilidad lo hacía temblar.
"Vamos, Martín, puedes hacerlo", se susurró a sí mismo, con la voz quebrada.
Tras varios intentos fallidos, una peque?a chispa prendió en la yesca que había preparado con paciencia. Con cuidado, sopló sobre la chispa, alimentando la llama hasta que esta comenzó a crecer, consumiendo las ramas más peque?as que había colocado alrededor.
El fuego crepitaba alegremente, lamiendo la madera con avidez. Martín sintió una oleada de alivio al ver las llamas danzar. No solo le permitiría purificar el agua, sino que también le ofrecía una peque?a luz en la oscuridad del bosque, un punto de referencia en un mundo que le resultaba cada vez más extra?o.
Mientras el agua hervía en su botella de metal, Martín observó las llamas con atención. Un extra?o cosquilleo recorrió sus dedos, una sensación que no podía explicar. Era como si la magia del fuego, la energía elemental que lo alimentaba, le transmitiera una vibración sutil, un hormigueo que se extendía por sus nervios. Las llamas danzaban ante sus ojos, pero en lugar de un caos aleatorio, percibía un orden subyacente, una estructura que le resultaba extra?amente familiar. Un destello de memoria, fugaz como un relámpago, cruzó su mente: líneas de código, parpadeando en la danza de las llamas.
if (combustible > 0) {
llama.intensidad = temperatura * factorMagico;
}
La visión se desvaneció tan rápido como había llegado, dejándolo con una sensación de inquietud y una profunda necesidad de comprender.
La noche se acercaba, y la oscuridad del bosque se hacía más profunda. Martín, con el cuerpo dolorido y el estómago vacío, se refugió bajo las ramas de un roble, utilizando hojas secas como un precario colchón. El miedo a lo desconocido lo mantenía despierto, con los sentidos alerta. El crujir de una rama a lo lejos le hizo levantar la cabeza. Un par de ojos brillantes lo observaban desde la espesura. Un gru?ido bajo resonó en la oscuridad, enviando un escalofrío por su espalda. Martín se incorporó, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. La adrenalina recorrió su cuerpo, preparándolo para la lucha o la huida.
Un lobo bestia, de pelaje oscuro y ojos rojos como brasas, emergió de entre los árboles. Martín contuvo la respiración, paralizado por el miedo. La criatura se acercó lentamente, olfateando el aire. Martín distinguió el hedor a carne descompuesta que emanaba del lobo bestia.
Un aullido distante resonó en la noche, y el lobo bestia pareció distraerse por un instante. Martín aprovechó la oportunidad y corrió, adentrándose en la oscuridad del bosque, sin mirar atrás.
Corrió durante lo que le pareció una eternidad, con el sonido de sus propios pasos y el latido de su corazón resonando en sus oídos. Finalmente, exhausto, se desplomó junto a un árbol, con el cuerpo tembloroso por el esfuerzo y el miedo.
"No puedo seguir así", pensó, con la mente nublada por la fatiga. "Necesito un plan, un objetivo."
Se puso de pie de nuevo, con la mirada fija en el horizonte, aunque la oscuridad le impedía ver más allá de unos pocos metros. El bosque se extendía a su alrededor, un desafío constante, un laberinto verde que parecía no tener fin. Pero Martín estaba decidido a no rendirse.
"Voy a sobrevivir", se prometió a sí mismo, con la voz llena de determinación. "Y voy a encontrar una forma de volver a casa. Y quizás, esa extra?a sensación que sentí junto al fuego, esa conexión con la energía del mundo, esa lógica subyacente... quizás sea la clave para descubrir quién soy y cómo llegué aquí."