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Capítulo 9 - El Disco y la Bestia

  La noche se cernía sobre el bosque, envolviendo a Martín en una oscuridad profunda. La fogata que había improvisado crepitaba, proyectando sombras danzantes que se extendían entre los árboles. El cansancio se apoderaba de él tras días de caminata, pero la tensión persistía. Unos ojos ámbar lo observaban desde la espesura del bosque. Oculta entre los árboles, una figura alta y musculosa lo estudiaba con atención. Althaea, una guerrera Beastman, había estado siguiendo su rastro durante horas. Sus orejas puntiagudas, similares a las de un lobo, se movían captando cada sonido, y sus ojos ámbar, intensos y alertas, no perdían detalle de los movimientos del extra?o. Su cabello oscuro, con un grosor similar al de una melena de león, se mezclaba con las sombras del bosque, y sus manos, con garras retráctiles, se aferraban a la lanza que siempre la acompa?aba.

  Martín, ajeno a la presencia de la guerrera, se acomodó junto al fuego, intentando conciliar el sue?o. De pronto, un gru?ido gutural resonó en la noche, rompiendo la aparente calma del bosque. Un lobo gigante, del tama?o de un oso, emergió de entre los árboles, sus ojos rojos brillando con ferocidad. Su pelaje grisáceo se mezclaba con las sombras, y sus colmillos afilados goteaban saliva. La bestia se abalanzó sobre Martín, quien apenas tuvo tiempo de reaccionar. Un grito de terror escapó de sus labios mientras intentaba esquivar las fauces del lobo.

  Althaea, con la velocidad de un felino, saltó desde su escondite, interponiéndose entre Martín y la bestia. Su lanza, adornada con runas de protección, brilló con una luz tenue al chocar contra los colmillos del lobo. La bestia retrocedió, sorprendida por la repentina aparición de la guerrera. Althaea, con una agilidad sorprendente para su tama?o, esquivó un zarpazo del lobo y contraatacó con un movimiento fluido, clavando su lanza en el costado de la criatura. El lobo aulló de dolor, pero su furia no disminuyó. Se abalanzó de nuevo sobre Althaea, intentando derribarla con su peso. La guerrera, con una fuerza descomunal, resistió el embate y, con un movimiento rápido, liberó su lanza del costado del lobo, asestándole un golpe certero en la cabeza. La bestia se desplomó en el suelo, inerte.

  La guerrera, con la respiración agitada, observó al lobo muerto a sus pies. Luego, se giró hacia Martín, quien la observaba con una mezcla de miedo y asombro. Se?aló al lobo muerto con su lanza, luego al bosque, y finalmente a sí misma, con un gesto firme. Sacudió la cabeza, como lamentando no poder hablar su idioma. Tomó un trozo de carbón del fuego y dibujó en el suelo la figura de un lobo, una flecha apuntando hacia él, y luego la figura de una mujer con una lanza. Martín asintió, comprendiendo el mensaje. La guerrera sonrió levemente, mostrando sus colmillos, y le ofreció la mano. Martín, aún tembloroso, aceptó el gesto, sintiendo la fuerza y la calidez de la mano de la guerrera. Con un gesto de la cabeza, le indicó que la siguiera. Martín, sin dudarlo, se levantó y la siguió, adentrándose en la oscuridad del bosque junto a su salvadora.

  El aire se espesa a medida que se adentra en el bosque. La luz del sol apenas penetra el denso follaje, creando un ambiente sombrío y húmedo. El aroma a tierra mojada y a musgo se mezcla con el dulce perfume de flores silvestres, creando una fragancia embriagadora que le recuerda la fragilidad de la vida en este lugar. El canto de los pájaros se mezcla con el zumbido de insectos, creando una melodía constante que, a veces, se ve interrumpida por el graznido de un cuervo o el aullido lejano de un lobo. El susurro del viento entre las hojas le parece un murmullo ininteligible, como si los árboles hablaran entre sí en un idioma que él no comprende.

  Entre las raíces de un árbol, Martín descubre unas huellas peque?as, con dedos largos y afilados. Un escalofrío recorre su espalda. Goblins, piensa, recordando las historias que Talia le había contado sobre estas criaturas. A lo lejos, escucha un sonido agudo, similar a una risa distorsionada. Un olor a humedad y podredumbre llega a su nariz, y la tierra bajo sus pies parece estar removida recientemente. No estoy solo, piensa, con un nudo en la garganta. Acelera el paso, intentando alejarse de la zona, pero la sensación de ser observado se intensifica. De pronto, una sombra fugaz cruza su campo de visión, perdiéndose entre los árboles. El corazón de Martín late con fuerza, y un sudor frío recorre su espalda.

  La noche cae sobre el bosque, y con ella, una lluvia torrencial que lo sorprende sin un refugio adecuado. A pesar de las provisiones que Talia le entregó - un poco de pan seco, queso y una cantimplora con agua - la realidad de la supervivencia se impone con crudeza. Intenta cubrirse con su capa bajo un árbol frondoso, pero el agua se filtra, empapándolo hasta los huesos. Tiritando de frío, se abraza a sí mismo, intentando recordar las técnicas de supervivencia que había leído en libros, pero la teoría se desvanece ante la crudeza del momento. ?En qué me he metido?, piensa con desesperación, mientras el agua fría le cala hasta los huesos. Anhela el calor de su hogar, una cama caliente y un techo sobre su cabeza. Cierra los ojos, intentando imaginar el aroma del café recién hecho, el sonido de la risa de su familia. Pero solo encuentra el frío, la humedad, y el silencio inquietante del bosque, roto únicamente por el golpeteo incesante de la lluvia sobre las hojas.

  Al amanecer, la lluvia finalmente cesa, pero el bosque sigue envuelto en una niebla densa que dificulta la visibilidad. Martín, con el cuerpo entumecido por el frío y la ropa empapada, se levanta con dificultad. Se siente débil, hambriento, y desanimado. Debo seguir adelante, se dice a sí mismo, con un hilo de voz. No puedo quedarme aquí. Observa el mapa que Talia le dibujó, intentando orientarse. El arroyo que debía seguir hacia el norte se ha desbordado, convirtiéndose en un torrente de agua fangosa. Tendré que encontrar otro camino, piensa, con resignación.

  A medida que avanza, la niebla se disipa lentamente, revelando la belleza salvaje del bosque. árboles gigantescos se alzan hacia el cielo, sus ramas entrelazadas formando un dosel que filtra la luz del sol. El suelo está cubierto de musgo y helechos, y el aire está impregnado del aroma a tierra húmeda y a vegetación en descomposición. Martín, a pesar de su cansancio y desánimo, se siente cautivado por la belleza del lugar. Observa con atención las plantas y los animales que lo rodean, intentando identificarlos, recordando las lecciones de biología que aprendió en la escuela. Este bosque es un ecosistema complejo, piensa, con una mezcla de admiración y temor. Un lugar donde la vida y la muerte se entrelazan en un ciclo constante.

  Los días siguientes son una prueba de resistencia. Martín se alimenta de frutos silvestres y raíces que encuentra en el bosque, guiándose por su instinto y por los conocimientos que ha adquirido a través de la observación. Aprende a identificar las plantas comestibles y a evitar las venenosas. Caza peque?os animales con trampas rudimentarias que construye con ramas y piedras, recordando las técnicas de supervivencia que había leído en libros. La sed lo atormenta, pero encuentra agua potable en peque?os manantiales que descubre gracias a su intuición y a la ayuda del disco, que parece vibrar con mayor intensidad cuando se acerca a una fuente de agua.

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  Una tarde, mientras busca refugio para pasar la noche, Martín se encuentra con un claro del bosque. En el centro del claro, hay un árbol gigantesco, con un tronco tan grueso que se necesitan varias personas para rodearlo. Las ramas del árbol se extienden hacia el cielo, formando una copa que cubre gran parte del claro. El árbol parece antiguo, con la corteza cubierta de musgo y líquenes. Martín se acerca al árbol con cautela, sintiendo una energía extra?a que emana de él. Al tocar la corteza, siente un escalofrío que le recorre todo el cuerpo, como si una corriente eléctrica lo atravesara. Este árbol es especial, piensa, con una mezcla de asombro y temor. Hay algo mágico en él. Al instante, el disco en su bolsillo comienza a vibrar con una intensidad que no había sentido antes. La vibración se intensifica a medida que se acerca al árbol, y Martín siente una conexión extra?a entre el disco y el árbol, como si ambos objetos estuvieran comunicándose en un lenguaje silencioso. Observa el disco con atención, y por un instante, ve destellos de código, líneas brillantes que se mueven y cambian de forma, como si respondieran a la energía del árbol. ?Qué está pasando?, se pregunta, con una mezcla de fascinación y temor. ?Qué conexión hay entre el disco y este árbol? Cierra los ojos, intentando comprender la energía que fluye a su alrededor. Siente un hormigueo en las manos, como si una corriente eléctrica lo atravesara. Escucha susurros ininteligibles, como si el árbol le hablara en un idioma antiguo y olvidado. Abre los ojos y observa el disco con una nueva perspectiva. Las líneas de código que ve ya no le parecen tan extra?as, tan ajenas. Siente que está a punto de comprender algo importante, algo que podría cambiar su destino.

  De pronto, escucha un sonido gutural a su espalda, un sonido que le hiela la sangre. Se gira de golpe, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Un goblin, peque?o pero musculoso, con piel verdosa cubierta de pústulas y cicatrices, y ojos rojos que brillan en la penumbra, emerge de entre los arbustos. Lleva una tosca lanza de madera con la punta afilada, y su boca está llena de dientes puntiagudos que parecen demasiado grandes para su mandíbula inferior. El goblin se mueve con una agilidad sorprendente, rodeando a Martín con cautela, evaluando su presa. Martín, con un nudo en la garganta, se prepara para lo peor. Intenta recordar las técnicas de combate que Talia le ense?ó, pero el miedo lo paraliza. El goblin se lanza hacia adelante con un grito salvaje, y Martín apenas tiene tiempo de levantar el cuchillo para defenderse. La lanza del goblin lo golpea en el costado, haciéndolo caer al suelo. El dolor es intenso, y la visión de Martín se nubla por un instante. El goblin se abalanza sobre él, con la lanza en alto, listo para asestar el golpe final. En un último acto de desesperación, Martín levanta el disco, interponiéndolo entre él y la lanza.

  Un destello cegador surge del disco, una onda de energía que repele al goblin con violencia. La criatura grita de dolor, como si la luz le quemara la piel, y retrocede tambaleándose. La lanza cae de su mano, y el goblin se desploma en el suelo, retorciéndose de dolor. Martín, con el corazón latiendo con fuerza, observa la escena con incredulidad. Ve cómo la luz del disco se intensifica, formando una barrera de energía que mantiene al goblin a raya. El disco está reaccionando a la magia del goblin, piensa, con una mezcla de asombro y temor. Está absorbiendo su energía. Cierra los ojos por un instante, concentrándose en la energía que fluye a través del disco. A través de sus párpados, percibe un brillo intenso, que cambia de color rápidamente, pasando del azul al rojo, al verde, al violeta. Abre los ojos y observa el disco con atención. Las líneas de código que ve ahora son más claras, más definidas. Reconoce patrones, estructuras, funciones... Es como si el disco le estuviera mostrando el código fuente de la magia del goblin. Ve líneas de código brillante que representan la magia del goblin, una estructura caótica y agresiva, como un programa mal escrito, lleno de errores y vulnerabilidades. Puedo manipular esto, piensa, con una repentina oleada de confianza. Concentra su atención en el código, intentando aislar las funciones que controlan la fuerza y la agresividad del goblin. El disco vibra con mayor intensidad, y el goblin grita de dolor, como si una fuerza invisible lo estuviera desgarrando desde adentro. Martín, a través del resplandor, ve cómo el código del goblin se distorsiona, las líneas se retuercen y se rompen, como si un programa malicioso se autodestruyera línea por línea. En su mente, Martín visualiza el código del goblin como una mara?a de hilos enredados, cada hilo representando una función mágica. Con cada pulso del disco, siente que puede tirar de esos hilos, deshaciéndolos, desestabilizando la estructura mágica del goblin. El disco vibra con mayor intensidad, y el goblin grita con más fuerza, como si una fuerza invisible lo estuviera desgarrando desde adentro. Finalmente, el brillo del disco se desvanece, y el goblin yace inmóvil en el suelo, su cuerpo envuelto en una sombra oscura.

  Martín, con el cuerpo dolorido y la respiración agitada, se incorpora lentamente. Observa al goblin tendido en el suelo, con el disco aún brillando débilmente a su lado. Se toca el costado, donde la lanza lo hirió, y siente un dolor agudo. La herida es profunda, y la sangre mancha su ropa. He tenido suerte, piensa, con un escalofrío. El disco me ha salvado. Se levanta con dificultad, apoyándose en un árbol. Recoge el disco del suelo, y al tocarlo, siente una nueva oleada de energía que recorre su cuerpo. El dolor de la herida disminuye, y la visión se le aclara. El disco tiene poder, piensa, con una mezcla de asombro y temor. Un poder que reacciona a la magia. Observa el disco con atención, y por un instante, vuelve a ver destellos de código, líneas brillantes que se mueven y cambian de forma. Necesito aprender a controlar este poder, piensa, con una determinación renovada.

  Las semanas siguientes son un continuo desafío. La soledad se vuelve una compa?era constante, y la nostalgia por su hogar lo atormenta en las noches frías. A pesar de la belleza del bosque, la amenaza de lo desconocido acecha en cada sombra. El disco vibra con mayor intensidad a medida que se adentra en el bosque, como si le indicara el camino. ?Hacia dónde me estás guiando?, se pregunta, con una mezcla de esperanza y temor.

  A pesar de las dificultades, Martín sigue adelante, impulsado por su deseo de entender este nuevo mundo y encontrar una manera de regresar a casa. El disco brilla con mayor intensidad a medida que se adentra en el bosque, guiándolo a través de la espesura. El mapa que Talia le dibujó en su cuaderno de campo le muestra la dirección general, pero los detalles del terreno son diferentes. Los arroyos han cambiado de curso, los árboles han crecido, y las colinas parecen más altas y escarpadas. A veces, siente que lo observan, que hay ojos invisibles que lo siguen desde la oscuridad del bosque. Escucha susurros ininteligibles entre las hojas, y el roce de ramas invisibles contra su ropa. Martín se siente perdido, solo, y vulnerable, pero no se rinde. No puedo rendirme, se dice a sí mismo con determinación, mientras observa el brillo del disco. *El disco me guiará. Debo encontrar una forma de volver. Debo cumplir mi promesa.

  Pero también... a veces ese bosque guarda respuestas. En árboles gigantes. En runas que queman. Y en goblins con bugs mágicos.

  responde.

  Gracias por seguir este camino. Y sí, lo que viene... no es más fácil.

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