Mi mente daba vueltas. Lo último que recordaba era estar en aquel espacio oscuro, enfrentándome a esa cosa… a esa sombra. Fragmentos de recuerdos se entremezclaban en mi mente: la sangre, los gritos, el miedo en los ojos de Naoko… Y luego, nada. Solo el peso del cansancio y la sensación de haber caído en un abismo sin fondo.
Unas voces distantes fueron lo siguiente que percibí. Una era infantil, suave y llena de curiosidad; la otra, más firme, pero con una calidez que no esperaba. Sentía mi cuerpo pesado, como si cada músculo hubiera sido aplastado por el peso de mis pecados. Lo último que recuerdo es haberme derrumbado frente a una casa en medio de la nada. Y luego… oscuridad.
Cuando desperté, me encontré recostado en un sillón, vendado de pies a cabeza. Un dolor punzante recorrió mi cabeza al intentar moverme, y al primer intento de incorporarme, mis fuerzas me abandonaron, haciéndome caer torpemente al suelo.
El ruido del impacto alertó a alguien. Una ni?a de cabello blanco apareció corriendo desde otra habitación. Su expresión pasó del asombro a la preocupación en un instante mientras se apresuraba a ayudarme, pero claramente no tenía la fuerza suficiente para levantarme.
—?Angelus, ayúdame con él! —pidió, volviendo la cabeza hacia un punto vacío de la habitación.
En ese instante, una figura alta apareció a mi lado. Parecía… un ángel. No había otra forma de describirlo. Su silueta irradiaba una luz tenue, como una aurora flotante que envolvía su forma esbelta y etérea. Algo en él me resultaba inquietantemente familiar, pero al mismo tiempo, era diferente de la sombra que me había atormentado. No sentía su opresión, su malicia... Solo una presencia serena, distante.
Me recostaron de nuevo en el sillón, y mientras trataba de recuperar el aliento, no pude evitar fijar mis ojos en aquella criatura.
—?Qué es eso…? —pregunté con voz rasposa, apenas capaz de articular las palabras.
Para mi sorpresa, la ni?a abrió los ojos de par en par y estalló en una risa llena de emoción.
—??Puedes verlo?! ?Puedes verlo! —exclamó, saltando de alegría mientras corría de un lado a otro de la habitación.
Yo, por mi parte, estaba aún más confundido. ?Verlo? ?A qué se refería con eso? Antes de que pudiera formular otra pregunta, la ni?a salió disparada hacia otra habitación, gritando:
—?Kael, Kael! ?Despertó! ?Y puede ver a Angelus!
Unos pasos firmes resonaron en la casa, y pronto apareció un joven, quizás unos a?os menor que yo. Su cabello era oscuro y despeinado, sus ropas sencillas y algo gastadas, pero su mirada transmitía determinación. A pesar de su expresión cansada, había en él algo reconfortante. La ni?a lo tomó de la mano y tiró de él hacia donde yo estaba.
—Al fin despiertas —dijo con una leve sonrisa, mientras la ni?a se aferraba a su brazo con entusiasmo—. Me llamo Kael, y ella es mi hermana, Nyla. ?Y tú? ?Cómo te llamas?
Por un instante, su nombre resonó en mi cabeza con una fuerza que no esperaba. Nyla… Era similar… demasiado similar.
Un escalofrío recorrió mi espalda, pero en mi estado no podía permitirme revelar nada.
—Perdón… —murmuré, bajando la mirada—. No recuerdo nada. Ni quién soy, ni de dónde vengo… nada.
No recordaba nada… o al menos, nada que pudiera explicar. Solo imágenes borrosas, fragmentos distorsionados de lo que había hecho, pero sin comprender el por qué. Los peque?os destellos en mi mente eran un torbellino confuso: sangre, gritos, fuego… y ella. Pero cada vez que intentaba aferrarme a esos recuerdos, se desvanecían como arena entre los dedos.
—No te preocupes —dijo Kael, su voz tranquila—. Al menos despertaste.
Me hizo algunas preguntas, tratando de ayudarme a recordar, pero cada respuesta terminaba en un vacío. No tenía recuerdos. No sabía quién era. Todo lo que podía hacer era aceptar la realidad de mi mente en blanco.
—Puedes quedarte aquí hasta que te recuperes —a?adió—. No tenemos mucho, pero es suficiente.
Y así, los días comenzaron a pasar.
La caba?a en la que vivían estaba cerca de un lago, oculta dentro de un denso bosque, rodeada de praderas abiertas que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. La vida allí era sencilla, pero autosuficiente. Kael trabajaba sin descanso para mantenernos a salvo, mientras que Nyla, con su energía inagotable, pasaba la mayor parte del tiempo a mi lado, siempre acompa?ada por aquella presencia extra?a que llamaba Angelus.
Un día, mientras descansábamos en la orilla del lago, me contó su historia.
—Mis padres también podían ver a Angelus —dijo con una sonrisa melancólica—. Todos los ni?os como yo nacen con un espíritu ligado a su alma. Nos llaman "ni?os benditos". Pero… nos cazan.
Su voz bajó de tono, casi como un susurro.
—Por eso Kael y yo estamos aquí. Escapamos. No sé de dónde vienes, pero tú también tienes el cabello blanco… —sus ojos brillaron con emoción—. ?Eso significa que eres como yo?
Me quedé en silencio por un momento. No tenía respuesta para eso.
—No lo sé —dije finalmente.
Nyla frunció el ce?o, pensativa.
—Pero puedes ver a Angelus. Eso debe significar que lo eres. Tal vez también tienes un espíritu como yo —su entusiasmo era contagioso.
—No puedo asegurarte de que sí —respondí con una peque?a sonrisa.
Por un instante pareció decepcionada, pero su energía regresó al instante. Al menos tenía a alguien con quien hablar y jugar, pensé.
Kael, por otro lado, trabajaba todos los días. Cazaba, recolectaba, partía le?a, reparaba la caba?a… Hacía todo lo posible para mantenerlos a salvo. Nunca se quejaba, nunca pedía ayuda. Solo seguía adelante. Me sorprendía lo mucho que había logrado con tan poca edad.
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Con el tiempo, fui conociendo más de su pasado. Sus padres habían muerto hacía a?os. Después, su abuelo los crió y protegió. Pero hace no mucho, él también falleció, dejándolos completamente solos en el mundo.
A medida que mi cuerpo sanaba, comencé a ayudar a Kael con los quehaceres del hogar. También pasaba los días jugando con Nyla. Me preguntaban cosas sobre mi pasado, esperando que algún recuerdo volviera a mí… pero nunca lo hacía.
Y así, el tiempo siguió su curso.
Un a?o entero pasó.
Nuestra relación cambió. Lo que al inicio había sido una convivencia forzada por la necesidad, se transformó en algo más. Nos convertimos en una familia. Confiábamos los unos en los otros. Compartíamos risas, momentos de calma y silencios cómodos. No tenía recuerdos de mi vida anterior… pero, por primera vez en mucho tiempo, sentía que pertenecía a algún lugar.
Un día, mientras jugaba con Angelus y Nyla en el bosque, ocurrió algo inesperado. Angelus, en un movimiento brusco, atravesó mi pecho… pero no me lastimó. No sentí dolor, ni resistencia. Simplemente pasó a través de mí como si mi cuerpo no fuera más que aire.
De inmediato, mis piernas flaquearon y caí al suelo, sin perder la conciencia.
Cuando abrí los ojos, ya no estaba en la caba?a.
Me encontraba en una inmensidad acuática, con un suelo hecho de agua cristalina que reflejaba un cielo inexistente. La superficie brillaba con un resplandor tenue, cálido, casi acogedor. Frente a mí, una silueta borrosa y oscura se materializó en la distancia. Sus ojos eran dos círculos blancos, sin expresión… pero con una presencia inconfundible.
—?Quieres la verdad? —su voz sonó distorsionada, fragmentada como si se deshiciera en el aire—. ?Quieres saber quién eres?
Tragué saliva. Algo dentro de mí me advirtió que tal vez no estaba listo. Pero no podía seguir en la ignorancia.
—S…Sí.
En un instante, la sombra apareció justo frente a mí. No pude reaccionar antes de que sus manos se posaran a ambos lados de mi cabeza, sujetándola con firmeza. Una presión intensa me recorrió el cráneo, como si alguien estuviera desgarrando mis pensamientos desde dentro.
El dolor fue insoportable.
Mi visión se volvió borrosa, y de pronto, una avalancha de imágenes inundó mi mente.
Recordé mi nombre.
Recordé a mi hermana.
Y lo último que vi fue la imagen de mi cuerpo cayendo desde una gran altura, con el viento rugiendo en mis oídos antes de que todo se volviera negro.
Ese día solo recuperé una peque?a parte de mi pasado. Pero fue suficiente.
Cuando volví en mí, Kael y Nyla estaban a mi lado, preocupados. Al ver que podía hablar con claridad, la expresión de Nyla se iluminó de emoción.
—?Sabes quién eres ahora! —dijo, abrazándome con fuerza.
Kael sonrió con alivio, aunque con esa calma suya tan característica.
Intentamos repetir la experiencia, pero no funcionó. Descubrimos que no podía volver a aquel espacio hasta que pasaran exactamente dos semanas desde la última vez. Y lo más importante: cada vez que regresara, solo podría recuperar los recuerdos de un solo a?o.
Si seguía así… para finales del a?o actual, tendría mi memoria de vuelta por completo.
Los meses pasaron.
Cada recuerdo que volvía a mí traía consigo tanto alivio como angustia. Reviví momentos con mis amigos, con mis mentores, con mi hermana… y con cada fragmento de mi pasado, una punzada de dolor me atravesaba el pecho. Recordarlo todo de golpe no era fácil, pero me obligaba a soportarlo.
Nyla siempre estaba ahí cuando me derrumbaba, con su sonrisa radiante y su energía inagotable, recordándome que no estaba solo.
Pero el tiempo no se detuvo solo para mí.
Kael comenzó a debilitarse.
Al principio, eran peque?os signos: cansancio, falta de apetito, un ligero temblor en sus manos. Pero con el tiempo, los síntomas empeoraron. Su cuerpo, antes resistente y firme, se volvía cada vez más frágil. Sus pasos eran más lentos, su respiración más pesada. Hasta que, finalmente, ya no pudo levantarse de la cama.
Fue entonces cuando supe la verdad.
Kael tenía una enfermedad terminal, una que no tenía nombre ni cura.
Había estado luchando en silencio durante a?os, sosteniéndose solo por su hermana, por la promesa de seguir adelante por ella. Pero ahora… su cuerpo había llegado al límite.
Cada día, su fuerza se desvanecía un poco más.
Y aunque nunca lo decía en voz alta, lo veía en sus ojos. Lo sabía. Sabía que su tiempo se estaba acabando.
Yo, en cambio, ya estaba completamente recuperado. Mi cuerpo había sanado, pero mi mente aún cargaba con el peso de todo lo que había recordado. No quería irme. No podía.
Kael y Nyla me necesitaban, y aunque no compartíamos sangre, sentía que era mi responsabilidad protegerlos. Al final, era mayor que ellos, y después de todo lo que habían pasado, no iba a dejarlos solos.
El a?o estaba por acabar. La nieve cubría el bosque como un manto blanco, y el frío calaba hasta los huesos. En ese ambiente gélido y silencioso, yo estaba a punto de recuperar la última pieza de mi memoria.
—Estoy listo.
Nyla asintió con determinación.
—Bien, Angelus… hazlo.
El espíritu alzó su mano y la posó sobre mi pecho.
Al instante, el mundo desapareció.
Volví a aquel plano de agua, el mismo que me había recibido cada vez que recuperaba una parte de mis recuerdos. Pero esta vez era diferente. El agua era más clara, más luminosa. Como si, con cada fragmento de memoria restaurado, aquel espacio reflejara mi propia claridad mental.
Y entonces, apareció.
La sombra.
Aquella figura que me había acompa?ado en cada encuentro, observándome con esos ojos blancos vacíos. Hasta hacía poco, por fin había recordado quién era.
Me sorprendía darme cuenta de que, durante el último a?o, se había comportado… diferente. No me había presionado. No me había atormentado con su presencia ni con su voz. No me había recordado lo que hice.
No se había burlado de mí.
Había estado en silencio, esperando.
Portándose, irónicamente, como un maldito ángel.
—?Ya te acuerdas de mí? —preguntó con su voz distorsionada.
Lo miré con una mezcla de resignación y fastidio.
—Ojalá pudiera olvidarte.
—Vamos, no digas eso. Me rompes el corazón.
—Sabes por qué estoy aquí.
—Claro, claro. Pero antes, déjame preguntarte algo.
Fruncí el ce?o.
—?Qué cosa?
—?No te gustaría que nos lleváramos bien?
Solté una carcajada seca.
—No creo que eso sea posible jamás.
—?Acaso no has visto a Nyla? Esa ni?a tiene controlado a uno como yo… y se llevan bien.
Me quedé en silencio.
—?Hablas de Angelus?
—Sí. Eso y yo somos casi lo mismo.
—Estás delirando —solté con una mueca—. Angelus parece casi angelical y tú… tú pareces sacado del mismo infierno.
La sombra dejó escapar una risa baja, distorsionada.
—Hay algo que no te he dicho. Algo que probablemente ni Kael ni Nyla saben.
Fruncí el ce?o.
—?Y qué es?
—Bueno, es una explicación larga —respondió con tono despreocupado—. Y la verdad, ahorita quiero descansar. ?Qué te parece si te lo explico mientras recuperas todos tus recuerdos?
—?Cómo?
—Cuando “recuperas” tus recuerdos, en realidad no los estás recuperando por completo. Yo hago una copia de los míos y te los paso. Estamos ligados, Zein. Lo que recuerdas es porque yo te lo estoy entregando.
Algo dentro de mí se tensó.
—?Qué?
—Tus recuerdos… son los míos —continuó, ignorando mi desconcierto—. Pero al pasarte tanta información de golpe, tu cerebro se sobrecarga. Es por eso que sientes ese agotamiento extremo.
—?Y eso qué tiene que ver?
—En ese traspaso de información, puedo pasar también lo que sé sobre este tema. Puedo ense?arte todo.
—?Cuál es el truco?
—El único defecto —su tono se tornó casi burlón— es que te sobrecargará el cerebro. Puede ser… catastrófico.
Lo miré con frialdad.
—?Me matará?
—No —dijo con una sonrisa inquietante—. Y eso es lo malo. No te matará.
Inspiré hondo.
—Hazlo.
—?Estás seguro?
—Solo hazlo de una maldita vez.
Antes de que pudiera prepararme, sus manos se aferraron a mi cabeza con una fuerza aplastante.
El dolor fue inmediato.
Una jaqueca brutal me atravesó el cráneo como una tormenta. No fue como las veces anteriores… esta vez no se detuvo. Seguía y seguía, una presión insoportable que me hacía sentir como si mi mente estuviera a punto de estallar.
Entonces, una imagen se formó en mi mente.
Vi la verdad.
La sombra no había mentido.
él y Angelus eran lo mismo. No sabía cómo ni por qué, pero eran lo mismo.
Los llamados "ángeles" y lo que me había tocado a mí… eran entidades similares. Estaban ligados a los ni?os benditos, actuando como sus guardianes. Su existencia dependía de ellos. Si un portador moría, su "ángel" desaparecía con él.
Pero lo que me había tocado a mí… no era un ángel.
Era algo más. Algo que nunca debió existir.
Y, sin embargo, había una forma de que coexistiera con él.
Tal como lo hacían Nyla y Angelus.