Al instante, la cabina nos notificó que el avión estaba siendo atacado. Sin pensarlo demasiado, decidí cortar el suelo con mi espada, esperando que la barrera que Zein había creado no se extendiera por debajo. Para mi sorpresa, así fue.
Con un solo tajo, abrí un círculo en la base del avión y caí al vacío desde varios metros de altura. Tenía que ir por Zein. Si esto era tan peligroso como para dejarme atrás, entonces no podía quedarme de brazos cruzados.
El avión fue derribado rápidamente tras mi caída. Mientras descendía en caída libre sobre la ciudad, vi el caos que nos rodeaba. Las llamas devoraban edificios, el humo cubría el cielo… la invasión finalmente había dado frutos.
Intenté volar para dirigirme hacia donde estaban Zein y los demás, pero mi falta de práctica me pasó factura. Apenas había volado desde que aprendí a hacerlo, y mi control era… deficiente.
Cuando impacté contra el suelo, apenas logré amortiguar la caída, golpeándome con fuerza.
—Mierda… —murmuré, con la respiración entrecortada—. Zein hace ver esto mucho más fácil…
En cuanto me puse de pie, lo vi.
Frente a mí, una criatura colosal me observaba con ojos vacíos. Un esqueleto. O algo parecido. En su pecho, una gran esfera negra pulsaba como un núcleo oscuro, y su tama?o superaba los dos metros y medio. En su hombro, una bandana roja con el símbolo del Sol Negro marcaba su afiliación.
Definitivamente, era un enemigo.
Aunque estaba algo golpeada, decidí enfrentarlo. No estaba en mi mejor estado, pero tampoco tenía escapatoria.
—Vaya, vaya… —murmuró el monstruo, y, para mi sorpresa, una sonrisa se dibujó en su rostro—. Este es mi día de suerte. Me van a felicitar si traigo un trofeo caído del cielo.
Sin dudarlo, invoqué la espada que Zein me había regalado, la única que usaba en combate.
Y me lancé contra él.
Con un solo tajo, el monstruo fue partido en dos. Demasiado fácil.
O eso pensé.
Antes de que pudiera reaccionar, una mano ósea me golpeó con una fuerza devastadora, enviándome disparada contra un edificio cercano. El impacto levantó una nube de escombros.
Con un gru?ido, me puse de pie entre los restos del concreto derrumbado.
Eso dolió.
Pero no había tiempo para quejarse.
Sin dudarlo, volví a lanzarme al ataque. Mi espada cortó con precisión quirúrgica, desmembrando al esqueleto una y otra vez. Hombros, costillas, brazos, piernas… cada golpe lo despedazaba.
Pero algo estaba mal.
Las piezas caídas se regeneraban en cuestión de segundos, uniéndose de nuevo como si nada hubiera pasado.
El monstruo me observó con su calavera vacía y dejó escapar una risa burlona.
—?Eso es todo? —se mofó, su voz hueca resonando en la ciudad vacía—. Puedes seguir intentándolo, pero nunca podrás matarme.
Apreté los dientes, frustrada… hasta que lo vi.
En el centro de su pecho, apenas visible entre las costillas, había una esfera negra palpitante.
El núcleo.
De inmediato recordé las palabras de Zein:
"Si ves un núcleo como ese, destrúyelo. Sin él, no podrán regenerarse."
Si podía alcanzarlo, todo terminaría.
Pero cada vez que intentaba acercarme, el esqueleto reaccionaba con la misma brutalidad.
Cada corte que lanzaba era bloqueado por una barrera de huesos que se regeneraban al instante, como si el mismo monstruo protegiera su única debilidad. Y cada vez que fallaba, recibía un golpe demoledor a cambio.
En poco tiempo, jadeaba, cubierta de polvo y heridas. Cada movimiento me dolía, mi energía se agotaba rápidamente, y la risa cruel del esqueleto resonaba como un eco de mi aparente derrota.
—Patético. Ya no puedes ni sostener tu espada —se burló la criatura—. Admítelo, jamás podrás hacerme da?o.
Alcé la vista con una sonrisa cansada, pero desafiante.
—Entonces solo tengo que cortarte miles de veces hasta que pueda hacerlo.
Me moví lo más rápido que pude, como un destello, rebotando entre los edificios como una sombra fugaz.
Corte tras corte, mis movimientos eran cada vez más veloces, más violentos. Brazos, costillas, mandíbula, columna… cada parte del esqueleto era reducida a escombros antes de que pudiera regenerarse por completo.
El monstruo intentó atacarme, pero no podía seguir mi velocidad.
Mi espada era un torbellino imparable, fragmentándolo más rápido de lo que podía reconstruirse.
Y entonces, sucedió.
En medio del frenesí, un tajo certero abrió el pecho de la criatura, dejando al descubierto su núcleo palpitante.
No dudé.
Con un último salto, impulsándome con todo lo que me quedaba, hundí mi espada directamente en el núcleo.
El cristal negro se quebró con un sonido seco, como vidrio estallando en mil pedazos.
El esqueleto se detuvo abruptamente. Su calavera, aún con esa sonrisa burlona, pareció congelarse antes de que su cuerpo entero se derrumbara en un montón de huesos inertes.
Respiraba con dificultad, observando los restos de mi enemigo. Luego sonreí, apenas conteniendo una risa de alivio.
—Tch… y decías que jamás podría hacerlo.
Con una última exhalación, me dejé caer de rodillas, sintiendo el cansancio apoderarse de mi cuerpo. Pero al menos, había ganado.
Aun así, mi descanso no duró mucho.
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A lo lejos, escuché pasos. Soldados.
Venían hacia aquí, atraídos por el ruido de la batalla.
Apenas tenía energía para moverme, mucho menos para enfrentarme a ellos.
Con las fuerzas que me quedaban, escapé entre los callejones. Corrí a ciegas, tambaleante, mis piernas apenas sosteniéndome. Después de un rato, logré perderlos en un callejón oscuro.
Pero no pude seguir.
El agotamiento era insoportable. Mi vista se nubló, mi cuerpo pesaba como plomo…
Y antes de que pudiera reaccionar, simplemente… me desmayé.
Desperté en un departamento desconocido.
La habitación tenía muebles desgastados y un olor tenue a medicinas y vendas limpias. No sabía dónde estaba. No sabía qué día era.
Nada.
Fue entonces cuando noté una figura frente a mí.
Un hombre con el uniforme del EDI.
En un instante, mi cuerpo se tensó.
Sin pensarlo, tomé mi espada, que estaba a mi lado, y la apunté directo hacia él.
—Wow, espera un poco —dijo, levantando las manos en un gesto de calma—. No soy tu enemigo. Te curé las heridas y te traje a mi apartamento.
Fruncí el ce?o, aún desconfiada.
Bajé la vista y noté los vendajes en mi cuerpo. Mis heridas habían sido tratadas con precisión… pero también noté algo más.
No llevaba la misma ropa.
El calor me subió a la cara de inmediato.
—??Tú me cambiaste de ropa?! —pregunté, apuntándolo con más fuerza.
—??Qué?! ?No, claro que no! —exclamó él, dando un paso atrás con nerviosismo—. Le pedí a una vecina que lo hiciera. ?De hecho, ella te curó más que yo!
Lo observé con atención, tratando de encontrar algún indicio de mentira.
Pero no parecía estar mintiendo.
Suspiré, bajando lentamente la espada, aunque aún sin bajar la guardia.
—?Y bien? ?Dónde estamos?
—Estamos cerca de donde cayeron los cuatro generales —respondió, cruzándose de brazos—. Al menos habías oído sobre eso, ?no?
—Sí… sí, lo había escuchado.
Mi voz sonó más tranquila, pero mi mente seguía analizando la situación.
?Quién era este tipo?
—Ten.
Me acercó un plato con comida, moviéndose con cuidado, como si no quisiera asustarme.
—Necesitas comer algo para recuperarte por completo.
Tomé el plato con cierta desconfianza al principio, pero cuando revisé la comida, vi que no tenía nada raro. Olía bien. Era decente.
—Gracias… —murmuré antes de empezar a comer.
El se sentó frente a mí, observándome con curiosidad.
—?Cómo te llamas? —pregunté entre bocados.
—Niklas Varen. Un gusto.
Solté una peque?a risa.
—?Niklas? Vaya nombre más raro.
—Es bastante común de donde yo vengo. Pero me alegra que sonrías un poco.
Por alguna razón, sus palabras hicieron que sintiera algo cálido en mi pecho. Era un sentimiento diminuto, apenas perceptible, pero que me calmó más de lo que esperaba.
—?Y tú? ?Cómo te llamas?
—Naoko Tanaka —respondí con una peque?a sonrisa.
Algo en él me hacía sentir segura. Tal vez porque quiero y puedo creer que no me hará da?o.
Nos pusimos a comer.
Era bastante temprano, y aunque la comida me reconfortaba, no podía evitar sentirme algo incómoda. Solo tenía una venda alrededor de mi pecho y algunas más en los brazos, junto a un pantalón que probablemente no era mío.
Por eso me cubría la mayor parte del tiempo con la sábana, tratando de no pensar demasiado en ello.
Mientras comíamos, en las noticias anunciaban la peor de las confirmaciones:
La EDI, el Imperio, había tomado el control absoluto.
Los comunicados eran claros. Ahora debíamos obedecerlos.
Cualquier trabajador del Imperio tenía más estatus que cualquier ciudadano, sin importar su posición. Nos habíamos convertido en simples súbditos.
Miré de reojo a Niklas.
—Oye, Niklas…
—?Qué pasa, Naoko?
—?En qué trabajas tú? Digo, veo tu traje, pero no me resulta familiar…
Niklas se detuvo por un segundo.
Parecía dudar.
Como si no quisiera que supiera la respuesta.
—Pues… a decir verdad, soy un depurador. Estoy en lo más bajo de la cadena de mando. No valgo nada… o al menos eso me dicen mis superiores. Mis compa?eros y yo somos como cosas desechables para ellos.
Lo dijo con un tono neutro, casi resignado, pero algo en su mirada lo delataba.
Me quedé viéndolo en silencio, sin saber qué decir.
Cuántas veces había pasado lo mismo…
Cuántas veces había querido apoyar a alguien, pero nunca había logrado hacer una diferencia.
Quería cambiar eso.
Pero no sabía si podría…
Niklas suspiró y se puso de pie.
—Bueno, ya me tengo que ir a trabajar —dijo mientras se dirigía a la puerta—. Por favor, quédate aquí y no hagas ruido. No necesitamos que nadie más sepa que estás aquí.
Lo vi salir sin decir nada.
Cuando la puerta se cerró, el silencio del apartamento se hizo pesado.
Tantas cosas habían pasado en tan poco tiempo.
En un solo día, Zein y los demás desaparecieron, yo terminé gravemente herida, y estamos a miles de kilómetros de las ni?as.
No tenemos idea de cómo están.
Me dolía la cabeza.
Me dolía todo.
Me recosté en el colchón, esperando… aunque sabía que las cosas no se resolverían solas.
Tenía que encontrar la manera de reunirme con Zein, Kiomi, Miguel y Sora.
Tenía que saber si estaban bien.
Suspiré, cerrando los ojos por un momento.
Me preocupaba Niklas.
Era extra?o, pero sentía que podía confiar en él.
Tal vez era yo, que confiaba demasiado rápido en las personas.
Tal vez era lo mismo que pasó con Zein y los demás.
Tal vez…
Mientras buscaba algo de ropa en el apartamento para cubrirme más, alguien llamó a la puerta.
—?Oye, Niklas! ?Niklas! ??Estás ahí!?
Me quedé en silencio de inmediato.
Me puse la primera camisa que encontré y me escondí, conteniendo la respiración.
No responder.
No hacer ruido.
Si era alguien peligroso, tendría que sorprenderlo… aunque no estaba en condiciones de pelear.
—?Niklas! ?Hoy nos dieron el día libre! ?Vamos a jugar videojuegos!
Me quedé quieta, esperando a que se fuera.
El silencio duró unos segundos… y luego escuché la puerta abrirse.
—Niklas, ?estás aquí?
No respondió.
Por el sonido, parecía que se había sentado en el sofá y encendido la televisión.
Como si fuera su casa.
Qué descarado.
Pensé en salir, pero tal vez no sería la mejor idea…
No tuve opción.
Cuando el tipo se acercó al armario donde me escondía, tuve que embestirlo, amenazándolo con mi espada para evitar que hiciera algo estúpido. Lo até a una silla y me quedé esperando a que Niklas regresara. También le tapé la boca por si se le ocurría gritar.
Pasó una hora antes de que Niklas volviera. Al parecer, su zona de trabajo estaba bastante lejos de su departamento. En cuanto entró, se quedó en shock al ver la escena.
Yo había mantenido de rehén a uno de sus amigos… pero ?qué esperaba que hiciera? Fue simplemente por precaución.
—?Pero qué…? —Niklas miró a su alrededor, notando cómo su amigo forcejeaba en la silla, tratando de gritar sin éxito. Entonces, su mirada se posó en mí—. ?Naoko! ?Qué haces parada? ?Se supone que debes descansar!
—Es que él entró de repente a tu departamento y…—
No me dejó terminar.
Se acercó y me tomó suavemente de los hombros, guiándome de vuelta al sillón. Con una paciencia sorprendente, me acomodó con cuidado y dejó mi espada a un lado.
Luego, sin decir nada más, se volteó hacia su amigo y lo liberó.
—?Vaya que amigo tengo! —exclamó el chico, aún molesto—. ?Primero te preocupas por ella y no por mí? ?A mí me tenían de rehén!
—Ya, ya, perdón —respondió Niklas sin mucho interés.
—?Ni "perdón" ni nada! ?Me vas a explicar qué demonios está pasando!
—Claro…
Nos sentamos los tres en la sala, todavía con la tensión en el aire.
—Naoko, te presento a Adrián, mi mejor amigo.
—?Y ella quién es? —preguntó Adrián, todavía enfadado—. ?Por qué tienes a una chica en tu casa?... ??Acaso la secuestraste?!
—No, claro que no. Estaba herida y la traje para que la cuidaran.
—Perdón por lo de hace rato, fue simplemente por precaución… —murmuré, bajando un poco la cabeza.
—No te disculpes —respondió Niklas sin dudar—. Es mi culpa por dejarte sola.
—?Y sigues sin preocuparte por tu amigo? —se quejó Adrián, se?alándose—. ?Sentí mucho peligro, ?sabes?!
Niklas soltó una leve risa.
—Vamos, sabes cuidarte bastante bien.
Adrián bufó, cruzándose de brazos, pero parecía que poco a poco su enfado se iba disipando.
—No digas eso, Nick.
Me reí un poco. Se notaba a kilómetros que eran muy buenos amigos.
—Por cierto, ?trabajan juntos, no es así?
—?Claro! —Adrián agarró rápidamente a Niklas del hombro, con una sonrisa de oreja a oreja—. Aquí tienes a los mejores depuradores de todo el Imperio.
Su risa era contagiosa, llena de energía. Me preguntaba por qué él sí se quitaba la máscara del traje, mientras que Niklas siempre se mantenía con la suya, cubriéndole por completo el rostro.
—Niklas, ?por qué no te quitas la máscara? Veo que tu amigo no la trae puesta.
Niklas pareció dudar por un segundo.
—Pues…—
Antes de que pudiera terminar, Adrián se adelantó con una sonrisa traviesa.
—Es por una situación algo complicada y delicada —dijo con tono dramático—. Pero no te preocupes, ahí dentro está el hombre más guapo que podrías ver.
Se echó a reír, dándole una palmada en la espalda a Niklas, quien solo suspiró resignado.
Los días pasaron y, poco a poco, me fui recuperando.
Diciembre llegó, y aún no tenía idea de dónde podía estar Zein.
Aun así, las cosas no estaban tan mal.
Me hice bastante amiga de Adrián y Niklas. Los dos tenían personalidades vibrantes y contagiosas.
La mayor parte del tiempo nos la pasábamos jugando videojuegos y haciendo otras cosas juntos. Aun así, seguían yendo a trabajar, ya que aún había ataques de rebeldes que seguían peleando por recuperar nuestro mundo.
Cada vez que veía las noticias sobre esto, no podía evitar sentirme mal.
Yo también debería estar haciendo algo.