Althaea, con un movimiento de cabeza, le indicó a Martín que se quedara donde estaba, mientras ella se preparaba para atacar. Martín, con el corazón latiendo con fuerza, observó cómo Althaea se movía con sigilo, acercándose a los goblins sin ser detectada. Martín, recordando las ense?anzas de Talia sobre el combate, desenvainó el cuchillo que Bronn le había dado y buscó una posición estratégica entre los árboles, desde donde pudiera observar la situación y ofrecer apoyo si era necesario.
Tras el enfrentamiento, la guerrera y Martín se instalan en un peque?o claro para descansar. La adrenalina del combate aún recorría sus venas, pero el silencio del bosque, roto solo por el crepitar del fuego que habían encendido, les brindaba una sensación de calma tensa. Althaea, con la respiración aún agitada, revisaba su lanza, asegurándose de que la punta de obsidiana no se hubiera da?ado. Martín, por su parte, observaba a la guerrera con una mezcla de admiración y curiosidad.
En un momento de calma, Althaea, con un
Al amanecer, la tormenta había amainado, dejando tras de sí un aire fresco y el aroma a tierra mojada. Althaea, tras asegurarse de que el fuego se había apagado por completo, se levantó y estiró sus músculos, preparándose para continuar el viaje. Martín, aún algo entumecido por el frío de la noche, se incorporó lentamente, observando a la guerrera Beastman con una mezcla de admiración y curiosidad. A pesar de la barrera del idioma, había logrado establecer una conexión con ella, un lazo de confianza forjado en la supervivencia y la ayuda mutua.
Althaea, con una sonrisa leve, le ofreció a Martín un pu?ado de bayas que había recolectado durante la noche. Martín, aunque no entendía sus palabras, interpretó el gesto como una ofrenda de paz y aceptó las bayas con una sonrisa. Eran dulces y jugosas, y le devolvieron algo de energía tras la noche fría.
Althaea, con un gesto, le indicó a Martín que la siguiera. Reanudaron la marcha, adentrándose en el bosque con la cautela de quienes saben que el peligro acecha en cada sombra. El camino se volvía más difícil a medida que avanzaban, con la maleza espesa y el terreno irregular. Martín, aún con la herida en el costado, se esforzaba por seguir el ritmo de Althaea, quien se desplazaba con la agilidad de un felino entre los árboles.
De pronto, Althaea se detuvo en seco, alzando la mano para indicar a Martín que guardara silencio. Su mirada se agudizó, y sus ojos ámbar se fijaron en un punto entre los árboles. Martín, con el corazón latiendo con fuerza, intentó seguir su mirada, pero no pudo distinguir nada en la penumbra. Un escalofrío recorrió su espalda al sentir la tensión en el cuerpo de Althaea. La guerrera Beastman se agachó, examinando el suelo con atención. Con un dedo, se?aló un área cubierta de ramas y hojas, que parecía sólida pero ocultaba un foso profundo. La cubierta emitía un suave resplandor mágico, indicando un hechizo de parálisis que dificultaría la salida de cualquier víctima.
Martín, sintiendo la urgencia de la situación, se concentró en la trampa, intentando visualizar el flujo de energía mágica que la mantenía activa. Frunció el ce?o, confundido. No veía líneas de código como estaba acostumbrado, sino una serie de patrones de energía que se entrelazaban, formando una estructura tridimensional que representaba el hechizo. Era como si estuviera observando un diagrama complejo, con nodos de energía que se conectaban entre sí mediante líneas brillantes. ?Cómo puedo descifrar esto?, se preguntó, con un nudo en la garganta. Intentó aplicar su conocimiento de programación, buscando patrones y funciones, pero la magia se resistía a su análisis. Un dolor punzante le atravesó la cabeza, como si su mente se esforzara por comprender un lenguaje completamente nuevo.
Tras varios minutos de intensa concentración, Martín logró identificar algunos patrones en el flujo de energía. Reconoció un punto donde la energía se concentraba para activar la parálisis. Analizando el flujo, comprendió que si lograba desviar la energía hacia un nodo cercano, la trampa se desactivaría. Sin embargo, el resto del diagrama era un misterio, lleno de conexiones que no podía descifrar. Necesito más tiempo, pensó, con frustración. No puedo entenderlo todo de golpe.
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def trampa_de_paralisis(objetivo):
if detectar_presencia(objetivo):
activar_runa_de_ocultacion()
if objetivo.posicion == zona_de_activacion:
activar_runa_de_paralisis(objetivo)
retornar True
retornar False
Tragó saliva, forcejeando por concentrarse. Recordó las ense?anzas de Talia sobre la magia natural, la importancia de la precisión y el respeto por el equilibrio. Buscó una vulnerabilidad en el diagrama, una conexión que pudiera alterar sin causar un fallo catastrófico. Cada segundo que pasaba, su cabeza latía con más fuerza, y un zumbido comenzó a inundar sus oídos. El diagrama mágico parecía resistirse a su análisis. La presión aumentaba, y Martín sentía que si no actuaba pronto, la trampa se activaría.
Con un sudor frío recorriendo su espalda, Martín se enfocó en el punto de concentración de energía. Intentó, con su mente, visualizar un camino alternativo para la energía, esperando que esto desactivara la trampa. Un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir la resistencia de la magia, pero tras un esfuerzo considerable, logró su objetivo. La energía se desvió, y la cubierta de ramas perdió su brillo mágico.
Con un movimiento preciso, sacó su cuchillo y cortó la argolla oxidada que sujetaba las ramas, la cual había identificado como el punto débil físico gracias a su análisis del diagrama mágico. Al romperse la argolla, las ramas cedieron, revelando el foso. Althaea, reaccionando con la velocidad del rayo, extendió su mano hacia la trampa y, cerrando los ojos, susurró un antiguo conjuro en un idioma gutural que Martín no comprendió. Un círculo de runas verdes se materializó en la palma de su mano, brillando con intensidad. Althaea canalizó la energía de los espíritus del bosque a través de las runas, y una onda de luz verde recorrió las ramas, reforzando la estructura del foso para evitar que colapsara por completo. Martín, asombrado, observó cómo la magia de Althaea se manifestaba con una belleza salvaje, tan diferente a la lógica fría del diagrama mágico que él percibía.
Martín, agotado por el esfuerzo, se apoyó en un árbol, respirando con dificultad. El dolor de cabeza era intenso, y se sentía mareado, pero habían logrado desactivar la trampa. Althaea, con una mirada de asombro, se acercó a él y le tocó el hombro con un gesto de agradecimiento. Sus ojos ámbar se posaron en Martín, y él pudo ver que estaba tratando de comprender la naturaleza de su habilidad. El lazo entre ellos se fortaleció en ese instante de silencio compartido.
Continuaron su camino, con Althaea aún más atenta a posibles trampas. La tensión se mantenía en el aire, y Martín sentía que los bandidos responsables de la trampa no estarían lejos. De pronto, percibieron un ruido sutil entre los árboles, como si alguien los estuviera observando. Althaea, con su aguda percepción, notó el movimiento de las hojas y el roce suave de pies descalzos en el suelo.
"Alto ahí, viajeros", dijo uno de los bandidos, con una voz áspera. "Dejen sus pertenencias y no les haremos da?o."
Althaea, sin dudarlo, se interpuso frente a Martín, su lanza en posición de ataque, lista para repeler cualquier amenaza. Sus ojos ámbar brillaron con una ferocidad que heló la sangre de los bandidos, quienes retrocedieron un paso, intimidados por su presencia. Martín, tras ella, observaba con atención a los tres bandidos. Dos sujetaban espadas oxidadas, sucias y afiladas, mientras que el tercero empu?aba un arco improvisado, hecho de madera tosca y cuerdas tensas.
Althaea, con un rugido, se abalanzó hacia el líder, su lanza destellando en el aire con una precisión letal. Con un movimiento fluido y elegante, esquivó el golpe torpe del líder, que rugió con furia al fallar, y contratacó, su lanza silbando peligrosamente cerca de la mejilla del bandido. El líder retrocedió, sorprendido por la velocidad de Althaea. El arquero, aprovechando la distracción, apuntó su arco hacia Althaea, pero Martín, con un movimiento rápido, lanzó una piedra hacia el bandido, golpeándolo en la mano y haciéndole soltar el arco.
Althaea, con un rugido, giró sobre sí misma, su lanza describiendo un arco que golpeó al arquero en el pecho, haciéndole caer al suelo con un gemido. El líder, recuperándose del golpe, intentó atacar a Althaea por la espalda, pero Martín, viendo el movimiento, gritó una advertencia. Althaea se agachó justo a tiempo para evitar el golpe, y con un movimiento rápido, desarmó al líder, haciéndole caer su espada al suelo.
El último bandido, viendo a sus compa?eros derrotados, intentó huir, pero Althaea lo interceptó con un movimiento rápido, apuntándole con su lanza al pecho. El bandido, temblando de miedo, se rindió, suplicando por su vida.
Althaea, con la respiración agitada, se giró hacia Martín, quien la observaba con una mezcla de alivio y asombro. Sus ojos ámbar se posaron en los de él, y en ellos Martín vio un respeto renovado. Althaea, con un gesto casi imperceptible, asintió levemente, reconocimiento por el valor y habilidad que había demostrado. Habían combatido juntos, y aunque las palabras no eran necesarias, el lazo entre ellos se había fortalecido.
Continuaron su camino, con la confianza entre ellos aún más fuerte. Habían enfrentado el peligro juntos, y la experiencia compartida había creado un lazo que iba más allá de las palabras.
Ya no son solo dos extra?os sobreviviendo. Son dos sobrevivientes eligiendo no rendirse.
Pero atención: si el disco vibra con las trampas, ?qué hará cuando se acerque el verdadero enemigo?