- Se?alando a un joven alto y esbelto, con una lanza de hueso, dijo: "Renn". El joven sonrió con facilidad, mostrando una actitud confiada.
- Luego, indicó a otro joven, más bajo y robusto, que llevaba una maza corta. "Kael", dijo Althaea. Kael asintió en silencio, observando a Martín con curiosidad.
- Finalmente, se?aló a una joven ágil y de mirada penetrante. "Lyra", dijo Althaea. Lyra trepó a una rama cercana con destreza, analizando el entorno sin emitir juicios apresurados.
Mientras avanzaban entre la maleza, Althaea le ense?aba en voz baja algunas palabras simples en Sylvian: "Ua" (agua), "lin" (ayuda), "danko" (gracias, tomada del Varyan). Martín las repetía con torpeza, y aunque intentaba imitar los gestos con los que se comunicaban los jóvenes, como un chasquido de lengua para indicar silencio o una inclinación de cabeza para se?alar el sendero, sus intentos solo generaban miradas extra?as. Althaea le susurró en Varyan: "Paciencia, ellos también se acostumbran a ti."
Gorak caminaba al frente, con voz ronca y autoritaria, explicando en Varyan: "No pises las ramas secas. Mira dónde pones el pie. El bosque no es un campo abierto, cualquier sonido avisa a presas y depredadores." Martín asentía, intentando recordar cada consejo. Sentía la humedad del aire, el aroma a tierra húmeda, el canto lejano de las aves, y se esforzaba por no alterar esa armonía con sus pisadas humanas. La herida en su costado, aunque ya no sangraba, le punzaba con cada movimiento, recordándole su vulnerabilidad.
De pronto, Gorak se detuvo y se?aló unas huellas profundas en el suelo. "Krognar (Oso de las cavernas)", gru?ó. Althaea frunció el ce?o, asiendo su lanza con más fuerza. Martín no entendía la palabra "Krognar", pero captó la tensión. El aire se densificó, el canto de las aves cesó. Un olor acre y salvaje llegó a su nariz. En su mundo anterior, no habría sabido interpretar estos signos, pero ahora entendía que significaban peligro.
El Krognar apareció entre los árboles. Era una bestia imponente, casi tres metros al erguirse sobre las patas traseras. Su pelaje oscuro y tupido le permitía confundirse con las sombras, sus garras eran como cuchillos afilados, y sus mandíbulas, llenas de dientes poderosos, podían triturar huesos con facilidad. Su respiración era un gru?ido contenido. Sus ojos rojos, peque?os y brillantes, parecían dos carbones encendidos, y de su hocico manaba un aroma terroso y agresivo. Martín sintió un escalofrío en la nuca. Había oído historias de bestias, pero ver una tan cerca era distinto. El olor a tierra mojada y a bestia salvaje se intensificó, y Martín sintió un nudo en el estómago.
Gorak, sin vacilar, hizo un gesto para que todos se ocultaran entre arbustos y troncos caídos. Martín imitó a los jóvenes: Renn, el de la lanza, se aplanó contra el suelo, casi mimetizándose con las raíces. Lyra trepó sin esfuerzo a una rama, quedando suspendida en las alturas. Kael, el robusto, se parapetó detrás de un tronco musgoso. Althaea se agachó junto a Martín, susurrándole en Varyan: "Krognar, muy peligroso. Espera. Confía." Martín intentó asentir con calma, pero sus manos temblaban.
El Krognar olfateaba el aire, avanzando con cautela. Entonces Gorak lanzó una piedra hacia un árbol cercano, el sonido hueco distrajo a la bestia. En ese instante, Althaea y los demás surgieron de sus escondites. Renn arrojó su lanza hacia las patas del Krognar, intentando trabarlas. Lyra, desde la rama, arrojó un cuchillo que rozó el lomo del animal, haciéndolo rugir. Kael golpeó una piedra contra el suelo para atraer la mirada de la bestia, mientras otro joven se movía en semicírculo, empu?ando un cuchillo de hueso.
Martín, con el corazón desbocado, recordó las ense?anzas de Talia sobre el respeto a la naturaleza y la cooperación. Debo hacer algo, pensó. Observó a su alrededor, buscando algo que pudiera usar. No tenía la fuerza de Gorak ni la agilidad de Lyra, pero quizás podía usar su ingenio. Notó una enredadera gruesa que colgaba de un árbol cercano. Una idea se formó en su mente, recordando un documental que había visto sobre trampas improvisadas en la selva.
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Mientras tanto, la bestia se giró hacia Althaea, rugiendo con furia, y ese fue el instante que ella aprovechó: avanzó sigilosamente por la retaguardia y clavó su lanza en el costado del animal. La bestia rugió con dolor, sus ojos rojos fijos ahora en Althaea. Pero Gorak apareció por el flanco opuesto, blandiendo una maza de madera endurecida por el fuego. El cazador apuntó a la cabeza del Krognar y asestó un golpe sordo que hizo temblar el suelo. Aturdida, la criatura se tambaleó, y los jóvenes Hombres Bestia rodearon al animal, atacando con cuchillos y lanzas cortas.
Martín, con la enredadera cortada, corrió hacia un árbol cercano al Krognar. Con un esfuerzo, trepó por el tronco, buscando una rama resistente. Desde arriba, ató un extremo de la enredadera a la rama y dejó caer el otro extremo cerca del Krognar. Luego, con un grito, tiró de la enredadera, haciendo que se moviera bruscamente, creando un ruido y un movimiento que llamó la atención de la bestia. El Krognar, confundido, se giró hacia la enredadera, apartando la vista de Althaea y Gorak. Martín intentó tirar con más fuerza, buscando enredar las patas de la bestia, pero el Krognar era demasiado pesado. Sin embargo, logró desestabilizarlo lo suficiente para que Althaea y Gorak pudieran asestarle golpes certeros.
La batalla fue corta pero brutal. El Krognar, herido y rodeado, no pudo resistir mucho tiempo. Cuando finalmente cayó, un grito de victoria surgió entre los Hombres Bestia. La tensión en el aire se disipó, dando paso a la satisfacción del trabajo en equipo. Kael soltó un suspiro, Lyra sonrió desde su rama, Renn asintió a Martín con una media sonrisa, sorprendido de que el forastero hubiera tenido el coraje y la astucia de intervenir.
Althaea, respirando con agitación, se acercó a Martín y le puso una mano en el hombro. "Buen trabajo, humano (humano)", dijo en Varyan, con una sonrisa de aprobación. Martín se sintió más ligero, como si hubiera cruzado una frontera invisible.
Gorak, con el ce?o menos fruncido que de costumbre, se aproximó a Martín. "No está mal, forastero", gru?ó, pero esta vez su tono era menos hostil. "Si quieres sobrevivir aquí, aprende el silencio del bosque. Mira a Renn, a Lyra, a Kael. Copia su calma, su equilibrio." Martín asintió, agradecido por el consejo. Había notado cómo cada joven tenía su propia técnica: Renn distraía con sonidos, Kael atacaba puntos vulnerables, Lyra sabía aprovechar la altura, Renn con la lanza era preciso y calculador. Todos entendían el bosque y su lenguaje silencioso.
Mientras los jóvenes desollaban con respeto al Krognar, agradeciendo en murmullos a la tierra por los recursos, Martín contempló la escena. El olor metálico de la sangre se mezclaba con la humedad del musgo y la frescura de las hojas. Un pájaro cantó a lo lejos, como si el bosque retomara su canto tras la irrupción de la bestia. Gorak observaba a Martín entrecerrando los ojos, notando su actitud seria y su atención a cada detalle. El cazador recordó sus propios días de aprendizaje, cuando él era un joven lleno de torpeza y miedo, y reconoció en Martín esa chispa de perseverancia.
Esa noche, alrededor de la fogata, los Hombres Bestia compartieron la carne del Krognar. El calor del fuego iluminaba los rostros de los presentes con tonos anaranjados. El viento traía el aroma de la carne asada y la resina de los troncos ardiendo. Los jóvenes comentaban la lucha, unos con palabras cortas en Sylvian, otros con risas y gestos. Renn se acercó a Martín y, con una mezcla de palabras en Varyan y gestos, le preguntó: "?Tú... de dónde... venir?". Martín intentó explicarle sobre su vida en otro mundo, usando palabras sencillas y dibujos en la tierra, pero era evidente que Renn no comprendía del todo. Sin embargo, el joven Hombre Bestia escuchó con paciencia, asintiendo de vez en cuando y mostrando interés genuino.
Gorak, en un gesto que valía más que mil palabras, le ofreció a Martín un trozo de carne asada. El forastero lo tomó con las manos temblorosas, profundamente agradecido. Este simple acto era un puente entre dos mundos. Martín ya no era sólo el intruso que no comprendía el bosque ni las costumbres: ahora había demostrado respeto, iniciativa y valor. Y el respeto de Gorak, el más duro de los cazadores, era la evidencia de que había dado un paso crucial hacia su integración.
Mientras masticaba con lentitud, Martín pensó en el peligro, en el sudor, en el temor y la adrenalina de la batalla, y comprendió que la fuerza de la comunidad no residía sólo en la ferocidad de los Hombres Bestia, sino en su unión con el entorno y entre ellos mismos. Aprendería a escuchar al bosque, a moverse con sigilo, a entender las se?ales que Althaea y Gorak le mostraban. Con cada día, cada tarea y cada mirada, Martín se acercaba un poco más a entender el verdadero significado de respetar la naturaleza y formar parte de aquella comunidad. Sin embargo, una parte de él seguía pensando en su hogar, en su familia. Se preguntó si podría realmente integrarse a este nuevo mundo sin olvidar de dónde venía. La duda se instaló en su corazón, como una semilla que germinaría más adelante, creando un conflicto interno que lo acompa?aría en su viaje. Se preguntó si podría encontrar un equilibrio entre su antigua vida y su nueva realidad en aquel bosque lleno de magia y peligros.
Martín entendió que el bosque tiene sus reglas. Y, por primera vez, los suyos no eran los humanos.
La próxima bestia… no será tan noble como un oso.